LIAÑO, POLIÉDRICO

Al final por hache o por be nunca dispongo de tiempo para escuchar a mi amigo José Manuel Liaño Flores. Compromisos anteriores, atención a servicios ineludibles, escamotean mi predisposición a escucharlo. Ahora ha sido como pregonero de nuestra Semana Santa, impartiendo elocuencia, equilibrio y serenidad desde la colegiata de Santa María del Campo en tiempos de tantas dudas para muchos creyentes. Aun conociéndolo bien resulta difícil estudiar una cabeza tan bien amueblada.
Un poliedro que se divide en mil caras, pero fiel a sus esquemas originales: Ethos humanista, acorde moral para convivir, aceptando con firmeza el “yo” debo. O cual reza la conocida fórmula del imperativo categórico kantiano: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda saber siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal”.
Juez, jefe de un departamento de servicios jurídicos, abogado, político, diputado provincial, procurador en Cortes, concejal, teniente de alcalde, regidor de La Coruña. Alguna calle herculina lleva su nombre. El refrán asegura que quien mucho abarca poco aprieta, pero Liaño con sus positivos aciertos, pese a los tiempos oscilantes que le tocó vivir, se ha encargado de desmentirlo.
Estas características perfilan el rol de un protagonista especial. Al margen del color del cristal con que se mira, reconozco su conducta ecuánime buscando la verdad… por eso acudo a Holderlin para enjuiciar a mi personaje: “Las palabras de un hombre pueden ser utilizadas con sagacidad por los copistas como único pincel para restaurar su efige, pero a condición de saberlo muerto en el retrato. La comunicación de los pensamientos –Liaño constituye buen ejemplo– no se realiza por el puente de las palabras si, en la otra orilla, alguien con odio, con simpatía o con amor, no está esperando recoger el aliento y fundirlo”.
¿Los sofismas lógicos ateos o la doctrina del infierno eterno no están fuera de la religión del amor?

LIAÑO, POLIÉDRICO

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