Lavacolla versus Alvedro

Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta, es un líder carismático y honrado. Eficaz, inteligente, justo. Defiende a Santiago –es natural– con uñas y dientes. No le tiembla el pulso a la hora de adoptar decisiones en pro de la capital regional y su aeropuerto de Lavacolla, al que confía los vuelos internacionales en detrimento de Alvedro. Sin justificarlo, porque la atracción turística de La Coruña es superior a la urbe del Apóstol y el crecimiento espectacular de viajeros herculinos lo sitúa en cabeza del ránking autonómico.
Creo a pie juntillas en la honradez de nuestro primer mandatario y me parece ecuánime. Porque aun amando mucho a La Coruña, alabándola continuamente como “locomotora económica” del territorio, quiere más al “campus stelae” y pretende convertir la mastodóntica Ciudad de la Cultura en una estación de lanzamiento de cohetes espaciales y para eso necesita potenciar más el protegidísimo aeródromo de Lavacolla. Así pues, sana ambición política la absorbe como instrumento telúrico de progreso.
Pero el recuerdo de Shakespeare late acelerado en mi corazón. Y es inevitable remedar al vecino coruñés cuando viene a inhumar el cadáver de Alvedro reducido a vuelos nacionales. (El mentidero público informa de que molesta la pujanza del Puerto Exterior y, aprovechando las obras del AVE, con un sistema de compuertas tipo canal de Panamá intentan llevar la autopista marítima –tan criticada por ellos mismos– a la orilla de la catedral). Pese a ello, Feijóo y sus colaboradores “picholeiros” son hombres honrados. Y estoy seguro que no se apoyarán en falsedades, verdades dichas a medias o repetir mentiras como cosas ciertas. Son las puñaladas que han ensangrentado nuestra ciudad los conjurados. ¿Vale como espejo tendido por la Xunta a una ciudad mil veces despojada y otras tantas olvidada?

Lavacolla versus Alvedro

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