Frases evocadoras

Todos los días son iguales por ser desiguales. Su lacónica monotonía les confiere una retórica que los hace distintos. Echamos un vistazo a los hechos históricos y contemplamos su terquedad recalcitrante. Cuando César atravesó al Rubicón gritando que la suerte estaba echada poco distaba de la corte de los milagros instalada en nuestra Cámara de los Diputados. Nunca mejor epíteto que “baja” para narrar la ramplonería, mala educación, insultos y amenazas con que sus señorías se califican de patrióticos delincuentes… Acaso la situación tenga que ver con la novela que leo estos días, “La chica del tren”, de Paula Hawkins, donde fluctuó entre el acierto más popular y el más rotundo fracaso. Thriller del año avalado por acreditadas firmas españolas e internacionales hasta el punto de inspirar una película. Éxito demasiado fácil para ser perdurable, pues no en vano el tema –descubrimiento e investigación de un crimen– ya había sido tratado, como acertadísima peli de suspense, en “La ventana indiscreta”.
No obstante, la actualidad me retrotrae a los portavoces del PP en los ayuntamientos de La Coruña, Santiago y Ferrol unidos en un frente común contra la deficiente gestión municipal de las mareas nacidas para ganar. Gobiernos de fraude. Timadores profesionales. Charlatanes callejeros, salvo el atuendo informal que visten, creyendo que así han cambiado el mundo. Un triunvirato para implantar la “pax gorrista”.
También conviene recordar el “tú, también, hijo mío” cuando la daga de Bruto atravesó la toga de César, al cambio el granuja diputado, vil, cruel y despreciable, que haciendo gala de su apellido sentencia pasarnos a todos por la piedra con regocijo de coletudos, rogelios y otros aprovechados de buen vivir… O el retorno a bombo y platillo, proclamado por Pedro Sánchez, envalentonado por los votos perdidos, la ruptura del PSOE y su ectoplasma personal vagando por los salones de La Moncloa.

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