ESTADÍSTICAS

Los gallegos calificamos con 6,1 nuestras condiciones de vida, según la encuesta publicada por el Instituto Nacional de Estadística. Últimos en el tren español. Ciertamente soy escéptico en relación a prospecciones oficiales y oficiosas cuando invaden la intimidad ciudadana. Habría que ver cómo fue elaborada, los que han sido preguntados y los matices inducidos a su entorno familiar y vecinal... Y es que cuando indagamos sobre los sentimientos resulta muy factible eludir el parecer o guardar la opinión auténtica en un cofre con cien cerrojos, porque bajo tales engaños estadísticos se quiere saber de verdad si nos creemos dichosos o no con respecto a esta situación y sus circunstancias favorables. Lo demás es música celestial.
Si miramos hacia atrás recordamos la moralina infantil. No es pobre quien tiene poco, sino quien codicia mucho. ¿Cuál es el anhelo de la criatura humana? Lo advertía Tolstoi: “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace”. Todos buscamos gozar hasta que el tío Paco llega con la rebaja. Ese deseo de plenitud incluso ha servido a algún filósofo para encauzar la inmortalidad del alma. Esa semilla permanece explosiva en nosotros como la bellota conoce su capacidad para ser roble.
Mejor que encuestas públicas –¡líbreme yo de catequizar a nadie!– es analizarnos introspectivamente. No para acumular cosas sino para jugar con valores que nos ayuden a diseñar la vida propia. José Luis Borges nos da armas para ello: “Con el tiempo comprendes/ que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos,/ sin pretender cambiarte,/ puede brindarte toda la felicidad que deseas”. ¡Cáspita! A fume de carozo. ¿Verdad que el hombre feliz no tenía camisa?

 

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