Esperanza

Petapouco me lo reprocha. “En tu última opinión te has pasado seis pueblos. Si, sé que las cosas van mal y tú eres de los que aman a España con espíritu crítico, porque no te gusta... Pero también debes saber que en la noche más oscura siempre brilla la luz de una estrella. Vamos, que no hay mal que cien años dure ni nunca llovió que no escampase. Sucede que estamos en medio de la tenebrosa tormenta y los rayos no nos dejan ver el cielo plácido y sereno.”
Al pronto conviene arrinconar a Dante y la leyenda puesta en el frontispicio del infierno: Quienes entréis aquí olvidad toda esperanza. Sin embargo, esa virtud teologal nos da armas para luchar. Los mismos griegos lo previeron al abrir Pandora su caja, derramarse los males por el mundo y quedar aprisionada la esperanza humana. O en la tradición judeo-cristiana Abraham que creyó contra toda esperanza cuando Yahvé le mandó sacrificar a su hijo Isaac.
En España, a poco que estuviéramos espabilados, se unirían los dos grandes partidos políticos –PP y PSOE–en una gran coalición salvadora de los destinos nacionales, cara a rescatar y mantener el estado del bienestar, superar tanto desdichado secesionismo independiente y esas comunidades autonosuyas que son auténticos reinos de taifas.
Hacia ese integrador pacto de Estado deben encaminarse nuestras fuerzas vivas que –culpas achacables a su narcisismo egoísta– están más muertas que la burra folclórica, pues entre todos la mataron y ella solita se murió. Seguramente la razón superadora de la crisis actual radique en cumplir el refrán “más vale posesión que larga esperanza”. Sin olvidar a los monarcas unificadores Isabel y Fernando, la ética social y el sentido común para que no nos suceda –sabiduría popular al canto– “que buscaba el necio su asno, y lo llevaba debajo”.
¿Algún día encontrará España la Justicia prometida?

Esperanza

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