Erostratismo

Sobre dos polos –soledad y muerte– gira la esfera de la vida. Una condiciona otra. Sabemos que está ahí y aguarda para borrarnos del mapa. Tal John May –funcionario de Londres, encargado de ocuparse de personas fallecidas solitarias, disponer su entierro y honras fúnebres recabando la presencia de algún familiar... y asistiendo únicamente él al sepelio– conforme narra la película en nuestra cartelera “Nunca es demasiado tarde”, protagonizada por E. Marsan y J. Froggat bajo la lenta e impecable dirección de Uberto Pasolini, recordando inequívocamente por uno de sus personajes que “los funerales son para los vivos”.
Aceleración dubitativa que se repite sin cesar desde que el mundo existe. Como Eróstrato, personajillo de la Grecia clásica que para demostrar a la posteridad su presencia no dudara en prender fuego al templo de Diana en Éfeso, una de las maravillas del mundo antiguo... seguido por tantos impostores e intérpretes de la verdad, como el existencialista Jean Paul Sartre santificando la majadería de ser el hombre una pasión inútil.
Si observamos al lado nuestro comprobamos cuantos ejemplos repiten machacones. Vale el compulsivo mentiroso Nicolás y su mundo de noticias electrizantes, elocuencia y audacia, cuando no ha sido capaz de terminar el primer curso de una carrera...
Si alargamos la mirada nos lleva a otro afán de notoriedad. el de Pablo Iglesias, descastado bien amarrado a la casta, otrora guaperas de platós televisivos y de la prensa amarilla, a la sazón encerrándose en su concha por los escándalos que le salpican junto a la troupe inmediata y gentes afines...
Sin embargo, en este palpable erostratismo de nuestros “guías espirituales” y gentes de toda condición, tampoco podemos olvidar las coces del líder socialista, Pedro Sánchez, por ganar una popularidad que lo hunda cada vez más en el abismo, pues cuenta con Jaume Collboni que pretende que Barcelona comparta capitalidad con Madrid.

Erostratismo

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