Un empresario y su destino

Me intriga el empresario arousano Andrés Quintá. Pasea por las páginas de importantes periódicos gallegos ofreciendo una novedosa plataforma de mejillones apta para combatir y superar tempestades y mar embravecida. La oferta comporta un nuevo productor del grupo Quintá caracterizado por suministrar ingeniería de proyectos, puertas metálicas, paneles y nuevas estructuras de fachadas dispuestas para ahorrar energía. Ahora, tras la firma “Extrugasa”, dedicada a fabricar aluminio en diferentes aplicaciones, trabaja con otra factoría de plataformas marítimas: “Extrumar”...
No obstante tales vericuetos desbordan la redacción de nuestro telegrama urgente, dados los tiempos que corren donde cualquier actividad empresarial merece ser aplaudida. Al margen de beneficios líquidos –supuesta la asunción de riesgos como el factor de producción–, una vez más insistimos acudiendo con verdad de perogrullo: el hombre es el sistema y un empresario vocacional conforma dirección y destino. Confucio aludía a los hombres fuertes que conquistan a otros, pero identificaba con los poderosos a quienes eran capaces de conquistarse a sí mismos.
Por ahí va nuestra glosa. No importan las grandes factorías fabriles fundadas ni los gigantescos logros conseguidos. Sin duda son primordiales en el bagaje expansivo de riqueza industrial –refrendado por el premio “Galicia a la innovación empresarial”–, pero lo esencial radica en conocer nuestras limitaciones, pues el hombre no puede saltar fuera de su sombra y tampoco nada humano le resulta ajeno... Hay algo de lobo de mar –zamarra y gorra marina– en Andrés Quintá Cortiñas: afirmación de un destino donde se acepta y admira no solo cuanto es sino lo que pudiera llegar a ser.

Un empresario y su destino

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