DOLOR JUDIO COMPARTIDO

La foto que comento, reproducida en periódicos de todo el mundo, muestra el dolor contenido de un judío asfixiado por la maldad terrorista que flageló a Israel con las víctimas de la sinagoga de Jerusalén a las siete en punto de la mañana.
Con su mano izquierda oculta la cara y tapa el fluir de las lágrimas de impotencia y concentra al profundísimo arrebato de una criatura sorprendida. Mientras los humildes rezaban los juramentados rompían las reglas de juego y Hamás, coaligada con la autoridad palestina, aplaudía la conducta asesina.
 El grabado refleja la afligida realidad de los retratos de Goya, Velázquez y El Greco. Un dolor compartido que salta del papel impreso y se nos cuela aquí dentro, en el alma, como en el alarido de Edvard Munch y sus sentimiento de angustia y soledad humanas. Bajo la kipa que cubre su cabeza late el profundísimo respeto de un hijo de David al que el tiempo no roza y la luz interior irradia. Sin patetismo irracional, voz plañidera o gesto melodramático.
Evocamos a Dostowieski y su starets Zósima inclinándose ante el sufrimiento que padecerá Dimitri Karamazov... Otra vez los inocentes sacrificados. De nuevo el va pensiero de Verdi propagando un holocausto machacón que sustituye la paloma de la paz por rauda y sangrienta golondrina.
 Dolor, aflicción, pena de unos hombres-igual que todos-con sus virtudes y defectos. Que sólo pretenden vivir con sus costumbres, vicios, olores, opiniones, creencias, sueños y esperanzas.
Una existencia descubierta cada mañana que han venido a cortar dos descerebrados que así pretenden servir a un dios vengativo y aniquilador. El judío ortodoxo de mi comentario no recuerda el logos humanista griego, la levedad del ser apuntada por Kundera, el yo y su circunstancia orteguiana o la inaniedad subrayada por Pascal, pues estas víctimas judías demócratas saben porque mueren pero los enloquecidos sicarios ignoran porque matan.

DOLOR JUDIO COMPARTIDO

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