DEBATE SOBRE EL SARAMPIÓN

No le demos vueltas. Nuestra democracia es muy bisoña. Apenas acaba de doblar la esquina y los demonios familiares sobre el estado de la nación, por arte debirlibirloque se transforman en enfermedad infantil con síntomas catarrales-descalificaciones tabernarias de protagonistas-seguidos de erupciones cutáneas que sólo aspiran, irónica o crispadamente, a golpear al púgil antagonista en el hemiciclo...
Y, sin embargo, al español medio le preocupan sus representantes democráticos dado que tras el inmediato proceso electoral desarrollará su vida.
Mientras las ideologías están de capa caída queremos bienestar.  Únicamente el buenhumor podría alegrar tristes vaticinios donde perros hortelanos-partidos mayoritarios-ni comen ni dejan  comer a la estabilidad política de las últimas legislaturas, dejando campo libre a hordas antisistema que creen que por aparecer en platós televisivos, no dar explicaciones cuando se les pregunta sobre sus dineros o en asambleas dirigidas de facultades universitarias se erigen en oposición maximalista-dominados por la soberbia-y olvidan que los dioses ciegan a quienes quieren perder.
Lo tengo claro. Creo que los centristas moderados-derecha e izquierda-van a paso cambiado. No siguen el rataplán del tambor que les amenaza con hemiplejia. Así se han dejado desbordar por la casta de la complutense que ofrece humo y coletas macistas, y de los que podríamos decir el calificativo que Borges aplicaba a los peronistas: “son incorregibles”. Lo malo es que somos repetitivos y no lloramos hasta verle el culo a la mona. ¿No hemos tenido trágicos ejemplos los últimos siglos?
La coyuntura es difícil, a menos que nos echen una mano fuerzas emergentes. Claro que todos queremos dulce far niente. Para ello acudimos a la frase de Marx, Groucho, naturalmente: “Hay muchas cosas en la vida más importantes que el dinero. ¡Pero cuestan tanto!”.

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