CONFESIÓN

Tras los últimos comicios la inestabilidad de gobernanza se hace más estable. Entraba de lleno en los futuribles previstos. Múltiples pactos rotos, sietes inesperados en las camisas, costurones sin hilo. Ejemplos para cualquier gusto. Bien la astracanada del Ayuntamiento de Miño –alcalde solo ante la jauría corporativa–, Diputación de Lugo captada por el PP, amenazas de mociones de censura por doquier o, España adelante, contubernios que sacan hipo contra natura por desalojar del poder al PP, pese a ser el más votado.
Una gaviota herida volando a la humillación del holocausto. También twitteros enfrascados por defender comisarios políticos y llevar el comunismo y la anarquía al terror. Tampoco olvidamos al PSOE con letras perdidas y actuando de bastón para facilitar el advenimiento de la izquierda más casposa y radical. Por otro lado un abanderado de “ciudadanos”, principio y fin de cuanto simboliza, que aspira a presidir el Ejecutivo y no puede nadie salir de su propia sombra…
Ante tal panorama me declaro demócrata de ejercicio. Con sus limitaciones y grandezas. Liberal por antonomasia. Respetuoso con los antagonistas. Aceptando de antemano fallos de gestión de mis representantes pero sin avergonzarme de donde vengo. Tradición judeo-cristiana. Unidad española formulada por los reyes Fernando e Isabel, que ya montaban por igual sin haber todavía asomado el feminismo. Una cultura mecida por el crisol íbero, romano, visigodo, árabe y cristiano. Con un siglo de oro, cantares de gesta, arquitectos geniales y pintores que han detenido el tiempo. Universidades creadoras del Derecho Internacional, Leyes de Indias y dioses que se paseaban por América y habían nacido en Extremadura… Si esto conforma ser conservador me declaro de derechas. Sin vergüenza en la aceptación de unos valores –patria, bandera, justicia y libertad– que juré defender hace mucho tiempo…

CONFESIÓN

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