CHEJOV DESDE EL TIEMPO...

Dentro del ciclo principal que presenta el Rosalía correspondió debutar dos días, llenos absolutos, a la compañía Teatro La Abadía con la obra de José Sanchis Sinisterra, “Éramos tres hermanas” (variaciones sobre Chéjov). Un retrato de la sociedad del siglo XIX incrustado en las angustias y anhelos de nuestro tiempo. Tres mujeres que rompen sus esquemas familiares e íntimos para compartir añoranzas, nostalgias, deseos y fracasos. Diálogos híbridos como ultrasonidos distantes que vienen a anidarse en el alma. Negro vacío circundante salvo los oportunos cañones de luz que dan entrada a los personajes. Tiempo flotante. Maldito reloj coral. Exceso de narrativa postergando la acción dramática que queda de camafeo sin azabache. O arabesco impulsivo saltando desde la más espesa oscuridad.
Carlos Alfaro dirige un mensaje que no está en ningún sitio porque está en todos. Telón alzado. Rumor confuso de voces. Alguna ráfaga musical que envuelve un escenario vacío, retórico e inconsistente. Mobiliario lacónico: piano de cola, silla para la intérprete y dos butacas antagonistas para que cada una de las brillantes actrices, Julieta Serrano, Mariana Cordero y Mamen García nos introduzcan en su particular mundo onírico: aniversario del fallecimiento paterno, añoranzas maternas, Moscú como ciudad ideal para vivir, el amor, la juventud perdida, los achaques, la enfermedad, la muerte...
Una visión pesimista, pese a las canciones francesas y pausas graves del teclado, que nos hunde en el desconsuelo y la ansiedad frustrada. Llaman a la puerta Samuel Beckett y nuestro Calderón. Entonces el epígono Sinisterra invoca un pasaje de su maestro: “Llevamos una vida de provincias, las calles de nuestras ciudades ni siquiera están pavimentadas... A los cuarenta años somos ya viejos y empezamos a pesar en la muerte. ¿Qué clase de héroes somos?”.

CHEJOV DESDE EL TIEMPO...

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