Canon técnico coruñés

Ignoro si me voy de madre como un río durante la riada o si confirmo, una vez más, mi memez integral. Es el privilegio de los parvos, que podemos decir cualquier “boutade” sin que nadie nos contradiga llamándonos hortera o cursi. Lo digo por dos testimonios gráficos referidos a obras coruñesas que quitan el hipo: Dársena de Punta Langosteira y la Tercera Ronda, respectivamente. Adquisiciones lúcidas, perfeccionistas, frente a tantos gafes que negaban sus posibilidades. Pues aquí están, en la lonja, vivitas y coleando. Desconozco, como el burgués de Moliere que aspiraba a gentilhombre, si están escritas en prosa o en verso. Sí, por el contrario, evoco el canon de Polícleto conforme al aceptado por los escultores egipcios y griegos que yo transfiero al ideal técnico perseguido por los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y a la afirmación de Schopenhauer: “Explicar una cosa físicamente es dejarla sin explicación”. Recordemos que en los errores radica nuestra fuerza motriz y si alguna vez damos un paso atrás que sea para tomar carrerilla.
Bueno, es de justicia añadir la mano de obra, la empresa, los riesgos, las finanzas e instituciones que apostaron por la aventura, aunque el diablo taimado les tentara con darles el poder, si lo adoraban... Belleza, hermosura, utilidad. Un cuerno de abundancia puesto en manos herculinas para hacernos autopista marítima internacional –puerto exterior– o una sinfonía diaria de 50.000 vehículos a cargo de la Orquesta Sinfónica Tercera Ronda con mejoras de movilidad entre barrios y zonas.
¿Prosa narrativa para colmar todas nuestras inquietudes? Yo no me marcho, rezaba la canción popular, eres tú quien se queda. Y La Coruña tiene que superar estos desafíos constantes si no quiere petrificarse. Lo demandan las nuevas generaciones. Tácito las establecía en quince años, pero el mundo actual corre en un bólido de fórmula 1...

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