AURORA BOREAL

El hombre que medita –escultura de Rodin “El pensador” que sería ubicada en la puerta del infierno– nos evoca al hombre que recuerda. Que saca del armario sus vivencias y las pone a caminar a su lado, volviéndolas a repetir como cualquier aprendiz de brujo. Marchamos hacia Proust para rescatar el tiempo perdido o nos embarcamos en la aventura de encontrar a Joyce y sus Ulises. Comento un estupendo y revelador autor, Karl Ove Knausgárd y su novela, recientemente publicada de forma simultánea en varios idiomas, “La muerte del padre”. Lucidez y hondura. Bisturí introspectivo para descubrir los vicios familiares que nos atormentan: padre alcohólico, dudas, pensamientos, desconfianzas. La muerte del progenitor tras nefasta borrachera desparrama las frustraciones del protagonista, sus interrelaciones familiares, adolescencia, amor al rock, una madre casi invisible y otro hermano mucha más feliz.
Hay muchas alusiones desconcertantes e inesperadas para los tiempos que vivimos donde impera lo correcto. Así se escarba en el pensamiento de los grandes padres de la Iglesia católica, filósofos comprometidos, ideólogos políticos, Oswaldo Spengler y su decadencia de Occidente, Robrt Musil, Thomas Mann, etc. Un mosaico psicológico emocionante, delicado, sensible y tan conmovedor como la leyenda inscrita en la entrada de un cementerio gallego: “Os nosos osos anda a espera dos vosos”. Seis novelas autobiográficas para abrir el alma sobre la mesa de operaciones del quirófano aséptico con título que escandalizará a muchos: “Mi lucha”. Oropeles de premios, recompensas, éxitos literarios, versiones sin fin...”La vida es sencilla para el corazón: late mientras puede, después se para...”. “Los obreros han abandonado a toda prisa la maquinaria...”. Y la muerte como colofón: “Una tubería que revienta, una rama que rompe el viento, una chaqueta que cae de la percha”.

AURORA BOREAL

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