LA APORÍA DE CASPOSOS ROGELIOS

Pues lo tienen difícil los eruditos coruñeses de la memez histérica respecto a la dualidad de Manuel Fraga: bien como ministro de Información y Turismo franquista o como demócrata ejerciente –al que le cabía todo el Estado en la cabeza– que gobernó varias veces Galicia con mayorías absolutas. Ahora quieren despojarlo de su título de coruñés predilecto.
¿Dónde está la barrera para establecer dichas diferencias? ¿Los hombres no son siempre los mismos bajo diferentes perspectivas? ¿Nuestras circunstancias no condicionan estas conductas? Sin duda los envidiosos rogelios herculinos no dejan de mostrar su amarillenta envidia hacia un catedrático y hombre público que lo dio todo por su pueblo sin beneficiarse con un solo euro a diferencia de cuantos antiguos y modernos están en la memoria colectiva.
Si la inquisición fue el puñal de aquellos crueles clérigos de los actos de fe, nuestros santos inquisidores aparecen dispuestos a aplicar la ordalía de fuego ardiente para demostrar inocencia o, sin rubor alguno utilizar la aporía –dificultad lógica insuperable de un problema especulativo–, salvando necia y estúpidamente incertidumbres y dudas.
Es el miedo histórico a que nos prejuzguen. ¿Quien acusaría a Aristóteles por haber sido preceptor de Alejandro Magno? ¿O a Séneca por educar a Nerón? Hay que poseer, todavía hoy, el entendimiento de que hablaba Heráclito “el oscuro”: “Conocer con verdadero juicio de qué modo las cosas se encaminan a través de todo”. De otra forma sería contradictorio el orbe y la criatura humana. Piénsese en Sócrates, Ghandi, la madre Teresa de Calcuta, Martín Lutero King y tantos nombres guardados en nuestra memoria de infinito amor por los demás... Quizás también, si me sonríen, evocar a los seminaristas Martín Lutero –del que Carlos I prohibió que se aventasen sus cenizas, “yo no combato a los muertos”– o al buenazo de Stalin, Gori, jerarca supremo de la URSS.

LA APORÍA DE CASPOSOS ROGELIOS

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