ABRIR LA VENTANA

Hay que implicarse en el PMUS municipal. Un ramo de flores en orden a conseguir mejor calidad de vida comunitaria. Sin embargo, antes de priorizar qué puede hacer la ciudad por mí, hay que preguntarse ¿qué debo hacer yo por La Coruña? Desplazamientos más sostenidos (buses, bicicletas, caminar lisa y llanamente) o coparticipar buscando el mejor medio ambiental. Usar menos el coche, sin agobiarse corriendo, mover las piernas un poquito a pie y otro poquito andando; respetar los espacios lúdicos, pese a tanto tuitero antisistema, pues sin normas la convivencia es imposible. Así, resulta ineludible apoyar esa movilidad que afecta a los peatones, conductores, patinadores, incapacitados físicos etcétera.
Al igual que Pedro el ermitaño, los hombres de María Pita convocan su primera cruzada al plan de movilidad urbana. Sin vergüenza los banderines de enganche encienden los barrios herculinos: sostener hermosa, limpia y atractiva a nuestra ciudad de los mares de esquina. Cierto que todavía no ha llegado el momento más grave de mi vida, pero puede aparecer ahora mismo... No ores –recomienda el Talmud judío– en una habitación sin ventanas. Las criaturas humanas somos brasas que prendemos en los demás para convivir juntos. La genética daría mucha luza para caminar sin detenernos.
Yo no me voy –repetía el cantautor–, eres tú quien se queda. No debemos cerrar la ventana. Siempre es posible volcarse hacia los otros y hacer nuestros sus problemas. Olvidar los “mío” para volcarse en los ajeno. Borrar de un plumazo la frase plasmada por catastrófico grafitero: “Dios ha muerto, Marx ha muerto, ¡y yo estoy tan malito!”. El compromiso social obliga a investigar y no quejarnos. Echar un vistazo a los barrios marginales, intentar comprender a la juventud que cuelga “piercing” o estropea la piel tatuándose. Urge despertar e interesarse por los vecinos. Con las ventanas bien abiertas. Única manera de no morir a los cincuenta años cuando nos enterrarán a los ochenta.

ABRIR LA VENTANA

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