30/40 LIVINGSTON

En el Rosalía, ciclo principal con dos funciones y aforo completo, la compañía Ring de teatro representó “30/40 Livingston”, de Sergi López y Jorge Picó. La interpretación corre paralela con la actuación de estos artistas, dirigidos por ellos mismos y apoyados en feliz banda sonora. Luminosidad complaciente y escenario vacío salvo un sillón de orejas en el extremo.
El nombre del famoso explorador –coincidente indagador de grandes misterios del reino animal– porfía por encontrar una especie invisible, enigmática y obsesiva hacia “aquel que tiene alma”. Es la alucinación persistente del ser humano, la piedra filosofal, la juventud eterna, los sueños hechos realidad.
Un monólogo irreal, sui géneris, que desborda los espectáculos al uso. Y para eso el actor se vale de un ciervo que irrumpe en escena con carreras, pasos, burlas y saltos. Así el protagonista cambiará su vida y encontrará solución a su problema identitario.
Mejor el texto del planteamiento inicial, cuando dialoga con su padre juez sometido a la normativa del derecho, pero nuestro héroe se despoja de su monotonía vulgar: la misma oficina donde trabaja, los compañeros, los amigos, la ciudad donde vive y la familia que lo sojuzga... Pero, sin embargo, el desenlace se resiente, pues quedan muchos flecos al aire y cierto aroma nostálgico de juventud perdida.
Brillante Sergi López en el fantasmagórico mundo que crea y al que sirve. “¿Usted de qué se queja?... ¿Qué haríamos si no tuviéramos un poco de presión?”. Esquemático, sin una sola palabra, el mimo Jorge Picó juega una partida de tenis memorable como mimo incombustible. Donde anota y suma puntos sobre la red con raquetazos invisibles hasta ganar el set, cuando va perdiendo dramáticamente y soporta el debate de perderlo todo sin remisión...

30/40 LIVINGSTON

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