La vidriera municipal

Se parece más a la vidriera de la discordia que a la de la concordia; unos ven en ella el asa a que agarrarse sobre su destrucción en aplicación, según su tesis, de la memoria histórica y otros ven una obra de arte que debe ser conservada, como todo lo que significa el arte y su historia, para recordar lo pasado, hablar del presente y ver el futuro con otra dicotomía. 
Gracias a personas con un amplio sentido del humanismo se han conservado a lo largo de los siglos verdaderas joyas para deleite de la humanidad, así que es sonrrojante que a estas alturas se aprecie más la destrucción que su conservación. Hoy, en A Coruña, contamos con una iglesia, la de Santa María del Campo, más conocida como la colegiata, que a punto estuvo de desaparecer a mediados del siglo XIX por unas obras que no se acababan de ejecutar, pero fue salvada de la piqueta gracias a la inteligencia, pues era la historia viva de la ciudad.
Otro tanto aconteció con la Torre de Hércules, que en el siglo XVIII también estuvo a punto de ser echada abajo por la ruina y el peligro que representaba para los que se acercaban a contemplar su ruinoso estado. La lucidez de algunos hizo recapacitar sobre su situación, se restauró y hoy es Patrimonio de la Humanidad. Son dos claros ejemplos de la sabiduría e inteligencia humana, en el sentido de la razón y no de la razón del sentido. 
Lo mismo aconteció con una magnífica pintura del rey Alfonso XIII que se conserva en el museo Militar, y que durante la II República fue condenada, como todo lo real a la hoguera, pero el sentido común perduró. En su reverso se pintó un fragmento de la Guerra de la Independencia y al monarca se le castigó contra la pared y el cuadro verdadera obra de arte, se salvó milagrosamente de la destrucción anunciada.
Son simples ejemplos de lo que dicta el sentido común, no el pragmatismo ideológico, que no lleva a ninguna parte y menos a valorar el arte como tal y como se le conoce. Si no hubiese personas con talante moderador, hoy no existirían en esta ciudad los escudos más grandes de la República, situados en el palacio de Justicia y en el colegio Montel Touzet, y  que se pueden contemplar gracias a las personas con sentido común y diligencia para entender el arte y la historia en su conjunto.
La vidriera municipal es obra del alcalde Alfonso Molina, el regidor más querido de los coruñeses, y debe perdurar en el tiempo como una obra de arte sin ninguna afiliación política. En el momento en que se sentencie su desaparición, los responsables de la decisión pasarán a la historia como los que han destruido una de las cristaleras artísticas más importantes no solo de A Coruña, sino de España. Esperemos que el sentido común impere por el bien de la cultura, el arte y la historia, en su conjunto.

La vidriera municipal

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