La ciudad, el Bronx coruñés

La ciudad se está pareciendo cada vez más a cualquier barrio deprimido de la gran metrópoli neoyorquina, salvando las similitudes y diferencias sociales y de pensamiento social e ideológico; se trata, pues, de un símil comparativo solo en el apartado de abandono sistemático que presenta de un tiempo a esta parte. Es cierto que desde hace algunos años no es la ciudad limpia y cuidada que había;, se fue poco a poco dejando de mano y ahora se parece más al Bronx que a la propia urbe cosmopolita en que era.
Hoy solo nos podemos sentir orgullosos de nuestro pasado recordando una ciudad que en nada tiene que ver a la actual. Los coruñeses tenemos que soportar un vandalismo de feísmo constante que hace de esta ciudad una urbe deprimente, que deprime al que la visita y al que vive en ella. Por ejemplo, las pintadas; no hay fachada, portal, escaparate, señal de tráfico... que no tenga varios garabatos sobre sus antaño partes pulcras. No hay forma de que la autoridad municipal haga cumplir la ordenanza y dar con los culpables para que repongan el daño. Otra cosa sería el de que aquellos lugares donde se pudiese hacer y previo permiso, se hubiesen logrado murales como obras de arte y agrado del viandante, que todo se agradece, pero observar la barbarie de dañar la vista con garabatos de mal gusto. Es necesario erradicar esta forma de vandalismo, que no solo impera en los barrios, sino también en el centro. No importa que sean inmuebles particulares u oficiales, da lo mismo que sean históricos o no, el vandalismo no respeta nada.
Otro ejemplo, el empapelado de la ciudad. Negocio vacío, casa abandonada, solar tapiado o escaparte sin uso sirven para colocar papeles y más papeles que afean la ciudad, es casi una cartelera de anuncios, pero casi siempre son denuncias ideológicas o de fiestas. De ello no se libran tampoco los semáforos y las canalizaciones, donde es fácil hallar anuncios de toda clase.
Tampoco se libran los contenedores que no se limpian y el hedor es alarmante, lo mismo que las calles; también las terrazas de la Marina desprenden un olor nauseabundo por la falta de limpieza. Las calles también están muy abandonas y a menudo con inmundicias y defecaciones de perros. La suciedad y el botellón dejan un olor infernal en lugares como los jardines, destrozados por la movida del alcohol y los orines de los jóvenes que allí se “divierten”.
En definitiva, se trata de una ciudad dejada de la mano de los responsables municipales, que deberían dar algún paseo de vez en cuando y observar lo que La Coruña necesita: limpieza y orden. Tampoco estaría de más reparar el asfalto, que porque los Cantones, Sánchez Bregua y Linares Rivas, se parecen más a auténticos caminos de carros que a viales preparados para la circulación moderna. Es lo que tiene el Bronx, que deprime a unos más que a otros. Ya es hora de ponerse a trabajar en el Ayuntamiento y evitar que el Bronx se contagie como una gripe.

La ciudad, el Bronx coruñés

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