El botellón, la juerga sin fin

Desde hace bastante tiempo, el encuentro de los jóvenes de una edad determinada se viene realizando de modo habitual en los Jardines de Méndez Núñez, con el consiguiente destrozo de plantas, ornamentos y esculturas históricas allí existentes, pese a alzar la ciudadanía la voz en numerosas ocasiones, ningún equipo municipal logró atajar este problema social, más bien un grave problema sanitario, debido a que cada vez son más jóvenes los que concurren a la cita y su edad baja considerablemente en cuanto al consumo de alcohol, algo que alarma a los equipos médicos de la Ciudad Sanitaria y también a los responsables de recogerlos en muchos casos en estado de coma etílico. Pero nadie en la municipalidad parece estar dispuesto a corregir y eliminar esta perniciosa práctica ¿Por qué?
Desde que se inauguró el desangelado Paseo del Parrote, aquella legión de empedernidos bebedores ocasionales, asaltan esta superficie no solo para beber hasta caerse, sino con la intención de destrozar todo lo que hayan a mano y ocupan una superficie que en algunos casos da lugar a simulacros de peleas o de tumultos entre pandillas y si no se toman las medidas adecuadas desde la Policía Municipal y en particular a través de la Alcaldía puede acabar ocurriendo en algún momento un percance trágico, debido a la multitud que en ocasiones se aglomera en aquella amplia superficie carente de servicios de todo tipo.
El botellón debido a la permisividad municipal se ha ido de las manos, pese a que las asociaciones vecinales están en contra de su celebración, los responsables municipales no han tomado carta en el asunto y cada vez a una edad más temprana los Jardines se llenan de chicos y chicas que van al lugar a beber y hablar entre copa y copa. 
Es hora de que este mal ejemplo social desaparezca de la ciudad, porque deja una mala imagen tanto a los naturales como a los visitantes, cuando uno pasea por las mañanas dominicales por dichos jardines, el olor a alcohol y orines es perceptible en todos los rincones y partes verdes de aquel entorno, sus plantas mustias debido a las pisadas y algunos restos, después de una larga noche de ocio y de que el servicio de limpieza se hubiese afanado en hacer desaparecer, todavía permanecen a la vista del viandante y todo sin solución de acabar con este endémico asunto. 
Ahora y de forma paulatina se desplaza a una superficie mayor con lo que su problema es también mayor y en caso de una reyerta en toda su dimensión entre jóvenes o bandas rivales por controlar el lugar, va a poner a prueba la capacidad policial, si antes el Ayuntamiento no pone la suya, algo tendrá de responsabilidad en ello, si es una superficie pública y permite su ocupación para unos fines para la que no fue creada.  

El botellón, la juerga sin fin

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