¿A las terceras van los vencidos?

Seguramente les ha sucedido. Ese momento en el que, tras regresar de las vacaciones, uno se sube a la báscula y ante la incredulidad de lo que muestra la pantalla cambia el aparato de lugar y hace nuevos intentos para ver si el peso ganado se reduce por arte de magia. Algo semejante parece que les ocurre a nuestros políticos. En seis meses se han enfrentado dos veces a las urnas e incapaces de gestionar los resultados parecen decididos a repetir el día de Navidad.
Las maquinarias de los partidos están desplegando sus argumentarios para salvar la cara de sus jefes e intentar cargar la responsabilidad del bloqueo en las espaldas de otros. Pero hay datos objetivos que permiten anotar a todos algún sonado fracaso. Fracasó Sánchez en su intento de investidura de marzo. Ha fracasado Rajoy en esta ocasión. También lo ha hecho, por partida doble, Rivera. Y ha fracasado Iglesias, que no facilitó la investidura de Sánchez en marzo y apostó por la repetición de elecciones convencido de que le llevarían a un sorpasso que duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Pero de poco sirve llorar por la leche derramada. Tampoco la asignación de responsabilidades servirá para desbloquear la situación. Soo cuentan los votos suficientes emitidos en una sesión de investidura. Y nadie los ha conseguido. Ir a unas nuevas elecciones no es una buena noticia, pero tampoco es un drama. El verdadero drama es que los candidatos repitan, que nos llamen para votar a los mismos y que el resultado sea aproximadamente el mismo. Porque no siempre a la tercera va la vencida. 

¿A las terceras van los vencidos?

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