Vuelve la pinza

De la calle vienen y la calle añoran. A juzgar por la victoria de las tesis de Pablo Iglesias sobre las de Íñigo Errejón, Podemos está y seguirá en el Congreso, pero a sus militantes y a buena parte de sus diputados el Parlamento les viene grande. O, según se mire, pequeño. Los seguidores de Iglesias parecen sentir nostalgia de las acampadas del 15-M y de las asambleas de la facultad. Solo así se explica el triunfo de los documentos que abogan por la confrontación con el sistema (Iglesias) frente a los que postulaban la transformación del sistema desde dentro (Errejón).
La victoria de Iglesias confirma que Podemos, más que un partido, sigue siendo un movimiento. Utópico en algunos de sus objetivos, ingenuo en muchos de sus enunciados y confuso en orden a los medios que propone para acceder al poder. El triunfo de sus postulados permite pronosticar una etapa de confrontación. Confrontación que le vendrá bien a Rajoy. Su antagonismo de manual con Iglesias nos deparará grandes mañanas en las sesiones de control al Gobierno. Se retroalimentan. Sin decirlo abiertamente, comparten objetivo: debilitar, erosionar, laminar y si la cosa les saliera bien, acabar con el PSOE. O dejarlo reducido a una expresión testimonial, como el Pasok en Grecia. Estamos ante versión 2.0 de la “pinza” de Ánguita, el padre putativo de Podemos.
La vida nos enseña que cuando una puerta se cierra suele quedar abierta una ventana. Tarea del PSOE sería aprovechar la polarización entre Podemos y el Partido Popular para recuperar el centro izquierda y comparecer ante la opinión ciudadana como un partido de gobierno.

Vuelve la pinza

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