Rita, soledad y muerte

La muerte todo lo cambia. El fallecimiento de Rita Barberá sorprendió a la clase política en una mañana en la que la agenda marcaba otros rumbos. El infarto se produjo a las pocas horas de su paso por el Tribunal Supremo en calidad de investigada por un presunto delito de blanqueo de dinero relacionado con la supuesta financiación ilegal del PP de Valencia. Barberá que lo fue todo en el mundo de los populares valencianos desde la época fundacional cuando el partido se llamaba Alianza Popular, ha muerto en soledad. Abandonada por los suyos.
Las gentes principales del PP a las que durante años oyó deshacerse en elogios hacia su persona y sus obras en el Ayuntamiento. Todos recordamos a Rajoy señalándola como paradigma a imitar. Todo fueron halagos hasta que se cruzó el procesamiento y la cosa cambió. La oposición y los medios fueron implacables. Había razones para la sospecha porque en materia de corrupción el planeta de los populares valencianos comparece salpicado de casos y más casos. Pero ella no había llegado a juicio y, por tanto, le asistía el derecho a la presunción de inocencia que muy pocos le reconocieron.
El imperativo de lo políticamente correcto les empujó a presionarla para que abandonara el Grupo Popular del Senado y se pasara al Mixto. Para ella debió ser una cumbre de amargura. Los últimos que la habían tratado dicen que estaba muy deprimida. Su cara lo decía todo al salir del Supremo. Muchos de los que ahora se duelen por la pérdida fueron los primeros que la dieron la espalda así que empezó a declinar su estrella. Creo que a Barberá la dolió mucho más el abandono de de sus compañeros que las críticas de los partidos de la oposición o el acoso mediático y las burlas inmisericordes de algunos programas de televisión. Descanse en paz.

Rita, soledad y muerte

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