Ni un caso más

Hay noticias tristes que se acompañan del aroma amargo de la desolación. La última ha sido el suicidio de una chica de 13 años. Se llamaba Lucía. Su madre la encontró ahorcada en su habitación. Vivía en la pedanía de Aljucer, en Murcia. No han concluido las averiguaciones policiales, pero los datos que han trascendido hablan de una cría atormentada por algunos de sus compañeros. La llamaban “gorda y fea”. La pobre, se sentía muy desgraciada. 
Hay que esperar a que concluya la investigación, pero ya se puede anticipar que no podemos seguir manteniendo la ficción de que los acosadores no son responsables, porque son menores. Ampararse en la Ley del Menor es apostar por que se perpetúen los episodios de “bullying”. El centro escolar suele disimular su responsabilidad; las autoridades escolares administrativas se cubren hablando de “protocolos” y, lo que es más triste: la Fiscalía suele acabar lavándose las manos aduciendo que las tiene atadas por la Ley del Menor. 
No podemos seguir así, abandonando a las víctimas. En el colmo de la crueldad suelen ser los acosados quienes se ven obligados a cambiar de centro escolar. No los acosadores. Es un sarcasmo. Los profesores no ven nada. Los directores echan balones fuera y la inspección llega tarde. Los niños acosados suelen encerrarse en sí mismos. Se encapsulan. Se sienten mal, solos, deprimidos. Tardan en decir lo que les pasa y cuando lo hacen y los padres acuden al colegio la denuncia no encuentra eco. O ya es demasiado tarde. 

Ni un caso más

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