Este Montoro de nuestros pecados

Está archí demostrado que Montoro, todavía ministro de Hacienda, sólo acierta cuando rectifica, costumbre que es común a la mayoría de miembros del actual Gobierno. Cristobalillo Montoro es de los más convencidos, junto a Rajoy, de la necesidad de insuflar aires de optimismo a los ciudadanos y explicar sin complejos los “buenos resultados” que en su opinión se registran ya a nivel macroeconómico. Al respecto me cuentan que hasta su esposa, Beatriz, se quedó patidifusa del fervor que puso su marido durante el debate del martes, 8 de los corrientes, en el Congreso, en el que defendió el techo de gasto para los próximos presupuestos. Como si estuvieses poseído por algún alucinógeno Montoro se atrevió a asegurar que “cuando el pueblo español se levanta, empieza a asombrar al mundo entero”.
Hace falta ser políticamente estúpido. Sin ir más lejos, para que ustedes justifiquen mi absoluta indignación, la siguiente frase que se contrapone, sin ir más lejos, a la anterior tontería. Hela aquí: “La pobreza en España tiene rostro de niño”. Éste aserto no es de la cosecha de un servidor, sino del presidente del comité español de Unicef, Carmelo Angulo. La muy respetable y creíble entidad indica que más de 2,3 millones de niños españoles viven en nuestro país bajo el umbral de la pobreza. Por eso, intragable Montoro, cuando el pueblo español se levanta se vuelve a acostar del susto y la pena, porque muchos de sus niños se van a la cama con la barriga vacía. De verdad, señor Montoro, que me da usted asco, políticamente hablando. Y quien sabe algo de esto es su propia esposa que ya en casa bromeo diciendo que nunca pensó que fuera usted “ciclotímico” (sic), ni tan capaz de “venirse arriba” (otra vez sic).
Pero usted, Cristobalillo, siguió meando fuera del orinal cuando dijo: “Tengo la obligación de decir que el gobierno no se equivocó en ninguno de sus pronósticos”. O sea, que su programa acertó en todo. Pero ¡Qué metepatas es usted, señor Montoro! Si hasta su señorito Rajoy reconoció en tiempo y forma lo equivocado de sus promesas electorales. Háganos un favor a todos los españoles: ¡váyase para casa!.

Este Montoro de nuestros pecados

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