CRISTINA: IGUALES ANTE LA LEY

Dicen los que de esto saben que la decisión del juez Castro de sentar en el banquillo a la infanta Cristina es coherente con su instrucción. Dicho magistrado imputó y tomó declaración a la infanta por un delito fiscal y otro de blanqueo de capitales, pues cree Castro que Cristina se lucró con los fondos de Aizoon, que era la sociedad que compartía con Urdangarin. Y le dijo Cristina al juez que no sabía nada acerca del dinero que ingresaba el matrimonio, ya que tenía absoluta confianza en su marido. Castro se despachó haciendo a la infanta más de 400 preguntas y tuvo que oír por parte de Cristina –bastantes veces– un “no sé”, “no me consta” o “no me acuerdo”. Pero, para Castro, está clara la posible comisión de delito de blanqueo, aunque el dictamen definitivo está por ver.
Algo hay que admitir porque está claro: Castro ha llevado a cabo una instrucción seria, aunque ha estado sometido a presiones y contó con la oposición de la Fiscalía y de Hacienda. Es más: Castro redactó un minucioso auto de 227 folios que zanjó cualquier intento de machacar la instrucción. Dicho más claro: la hija del anterior jefe del Estado va a ser tratada ante los tribunales como un ciudadano más. Castro ha tenido un detalle de sumo buen gusto: esperó a que tuviese lugar la proclamación del nuevo rey para dar cima a la instrucción. Así pues, se han ido al garete los que intentaron enterrar este asunto y se empeñaron en negar los hechos, acaso creyendo que así blindaban la imagen de la Monarquía. Consiguieron todo lo contrario; aumentar el escándalo y machacar aún más la imagen de la institución.
Pero, ahora, la Zarzuela está tranquila: Cristina ya no forma parte de la familia real y no representa a la Corona. Infanta ya es un título honorífico. Felipe VI puede romper con el pasado, aunque ya dio a entender su tipo de relación con Urdangarín: Ninguno. Juan Carlos I había dicho en el mensaje de Navidad de 2011: “La Justicia es igual para todos”. De este naufragio salen dolidos cuatro niños, sin culpa alguna, una madre que ya fue a Ginebra a ver a Cristina y, en el fondo, un rey, Felipe VI, que adoraba a su hermana. Todo por un botarate, el señor Urdangarín. Sin embargo, ya dijo Concepción Arenal: “Odia el delito y compadece al delincuente”.

CRISTINA: IGUALES ANTE LA LEY

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