¡QUE SE BESEN!

Corre por los madriles el rumor de que Rajoy y Rubalcaba están de acuerdo en muchas más cosas de las que hacen públicas y los mentideros políticos de la Villa y Corte juran y perjuran que Rajoy comunicó a Rubalcaba los planes presidenciales con relación al más que feliz Arias Cañete. El suspense sobre el candidato duró justamente –oh, manes de la coincidencia- hasta el día de víspera de la declaración de Bárcenas ante el juez Ruz. Aquí, en este país de pandereta, se trata de despistar, marear la perdiz y descolocar el personal. Se dice en oráculos fuertes del PP que Mariano Rajoy y Rubalcaba mantienen una interlocución privilegiada y constante y que el presidente habla más con el líder del PSOE que con sus ministros o con dirigentes del PP.
Por eso mucha gente se olió la tostada de que Rubalcaba hacía días que sabía lo de Cañete. Por otra parte, Cañete, que está forrado de millones de euros, es un político hiperactivo, peleón y sin enemigos y también –hay que decirlo- el PP respiró aliviado con el nombramiento ante la apuesta más segura y que ya se decidió hace casi tres meses. Cañete, en su momento, ya se estrenó con un recado al PSOE: que deje de hablar de temas nacionales. Aunque Miguel Arias Cañete era el ministro mejor valorado por los ciudadanos en los barómetros del Centro de Investigaciones  Sociológicas  (CIS), es también un gran desconocido. Solo uno de cada tres españoles entrevistados admite que sabe quién es, pese a su larga trayectoria política. Acaso por ello el flemático y grueso Cañete anunció una campaña pueblo a pueblo. Con todo y con ello, goza de cierto cariño entre las gentes, muy al contrario que Wert, ministro de Educación, odiado, aborrecido, “vomitado” por tirios y troyanos.
Además, Cañete es abogado del Estado. Antes, en el bachillerato, había cateado la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, lo cual le catapulta ante el pueblo llano. Sabe inglés, francés y alemán correctamente, domina el italiano y estudia chino, caso único en el gabinete. Mientras Rubalcaba y Rajoy siguen comunicándose. En Madrid ya se dice: ¡Que se besen!, ¡Que se besen!

¡QUE SE BESEN!

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