¡AY, COSPEDAL, COSPEDAL!

Al menos en un aspecto, la señora Cospedal se ha salido con la suya. Me refiero a que el Congreso de los Diputados ha dado por válida la reducción de los ídem en Castilla-La Mancha. De esta forma, los manchegos han abierto el melón, un melón que en fechas próximas también abrirá Galicia, regida por un Feijóo que como de su reciente excursión a América no haya traído mejores frutos que los cosechados en su excursión a Cuba, vamos de culo. En el caso de Galicia pasaríamos a tener 61 escaños frente a 75 con que contamos ahora, lo que significará un recorte del 18,6%.
Y todo esto qué significa: ¿Un ahorro en materia económica o una reducción de la representatividad? Pues según se mire, ya que las autonomías han perdido parte de su capacidad legislativa y ahora hacen poco más que poner puntuaciones a los acuerdos. Entonces quizás sea mejor postular un sistema de dietas en vez de sueldos y de esta forma los parlamentos de cada autonomía dejarán de ser una especie de oficina de colocación para algunos que no pegan un palo al agua. Pero, claro, en esto como en todo la cuestión es según el cristal con que se mira y hay quien dice que reducir de manera brutal los parlamentos significaría una drástica limitación del concepto de pluralidad. Hay una tercera postura que podríamos llamar moderada: poner sueldos que equivalgan al salario medio de un empleado público y bajar a la mínima expresión los conceptos de complementos y dietas, así como otras zarandajas.
En fin, que el criterio más generalizado estriba en que no se dañe la presencia en los parlamentos de las minorías y que se reduzca  el tamaño de las administraciones. También se postula que disminuyan los miles de cargos de libre designación que han engordado de manera cínica y cruel todas las administraciones públicas y han prostituido de forma gigantesca la imagen de la función pública.
Dicho en román paladino: que, metafóricamente hablando, rueden cabezas de tanto chupóptero y abrazafarolas que pululan por el mapa de España. Y el Ayuntamiento de La Coruña es un ejemplo diáfano de lo que venimos acusando y poniendo de manifiesto.

¡AY, COSPEDAL, COSPEDAL!

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