DAVID GRIMAL, EL SONIDO

La semana pasada hemos tenido el placer de contar con la presencia del violinista David Grimal. Ha interpretado el “Concierto para violín” de Beethoven en dos ocasiones: la primera, el pasado martes en el teatro Colón de La Coruña y la segunda en Lugo, miércoles, Círculo de las Artes. En las dos galas acompañado por la Orquesta Gaos, en lo que consideramos un absoluto logro de producción sin precedentes en Galicia.
Grimal es un intérprete internacional al que le precede una gran carrera violinística como solista, así como al frente de su grupo instrumental, “Les Dissonances”, con el que interpreta un amplio elenco de autores y repertorio. Navegando en la red podemos hacernos una idea de la categoría de este gran músico y del particular y austero sonido de su orquesta, en la que prima, contra tiempos y modas, un honesto y profundo sentido interpretativo.
 Claro que, como ya hemos explicado en ocasiones, los grandes intérpretes no gustan a todos por igual, y por el hecho de ser grandes pertenecen a un escalafón diferente al habitual. Hacer juicios puede resultar, cuando menos, complicado y, algunas veces, arriesgado. Este es, de libro, el caso de Grimal. El refinamiento de sus altísimas capacidades musicales no es apto para todos los públicos, siendo su calado interpretativo superior al de la media, en ello, radica la diferencia. No escuchamos en su versión del Beethoven –quizá el concierto para violín más grande de la historia- rasgos interpretativos canónicos o similares a los de otros intérpretes, ni su sonido parece estar ceñido a manías y pequeñeces sujetas a tiempos y modas propias de grandes circuitos de conciertos.
La forma de realizar los fraseos, su manera de exponer la forma de esta obra, y su nula concesión a veleidades sonoras para la galería le han colocado en un nivel interpretativo superior a lo normal. Lo más contundente fue, con seguridad, la facilidad con que produce el sonido, inmenso, controlado y de una belleza no apta para cardíacos. Escucharlo supone, permítaseme la expresión fácil, tocar el cielo desde el palco de butacas.

DAVID GRIMAL, EL SONIDO

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