Las heridas se curan, las cicatrices perduran

La grave y profunda crisis del Partido Socialista, producida por la dimisión de 17 de los miembros de su comisión ejecutiva y consumada en la reunión maratoniana y accidentada del comité federal celebrada el pasado día 1, alcanzó su punto culminante con la votación que rechazó la convocatoria de un congreso extraordinario y elecciones primarias, que pretendía el sector oficialista y acordó, en cambio, el nombramiento de una comisión gestora, como pedía el sector crítico.
Esa profunda escisión de posiciones irreconciliables dentro del seno del Partido Socialista que, de manera estridente, se reflejó en el comité federal nos permite exponer algunas consideraciones. En primer lugar, la caída de Pedro Sánchez como secretario general del partido y de su comisión ejecutiva tuvo lugar en el momento exacto en el que el comité federal le retira la respiración asistida que quería seguir manteniendo con la militancia que lo había elegido en primarias y a la que quería recurrir para mantenerse en el cargo.
La segunda causa de su defenestración fue, precisamente, que esa dependencia de las bases, le apartó de la mayoría de sus dirigentes territoriales y le impidió atender los reparos que, a su política errática, pusieron destacados líderes históricos del socialismo y algunos de sus predecesores en el cargo.
Si todo lo anterior, agravado por los sucesivos fracasos electorales, deterioraron el liderazgo de Pedro Sánchez, su mayor fallo y el de más difícil rectificación, consistió en su falta de dirección doctrinal, de unidad de criterio con los órganos territoriales, de coherencia ideológica y en sus devaneos con formaciones políticas de signo, no sólo distinto sino contradictorio. Su política errática e indefinida le impidió conseguir una ubicación propia, viable y definida.
Es cierto que la recuperación del espacio político propio del socialismo no es fácil actualmente, pues se enfrenta, de un lado, al Partido Popular, como partido de centro derecha y, de otro, a Podemos, que, como formación populista y anti sistema, le disputa la primacía de la izquierda española. Ante esa situación y pese a la debilidad que acusa en gran parte de Europa la socialdemocracia por el empuje de los extremismos, la crisis económica y migratoria, el terrorismo internacional y la globalización, es obligado reivindicar los principios de igualdad, solidaridad social y mejora y defensa de las necesidades de los sectores sociales más desfavorecidos, que fueron siempre la mejor credencial y divisa del Partido Socialista.
Sin renunciar a las bases, debe reconocerse que, siendo muy importante la militancia de los partidos, lo es mucho más la fidelidad de sus votantes y la confianza de sus simpatizantes.
La renovación del Partido Socialista pasa, necesariamente, por recuperar sus señas de identidad, clarificar su mensaje que sea homogéneo en todo el territorio nacional y defender el estado del bienestar social y económico de toda la población.  

 

Las heridas se curan, las cicatrices perduran

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