Emoción y razón

Es evidente que la voluntad humana actúa, se mueve y moviliza, más por los sentimientos y emociones, que por razonamientos y convicciones.
El ser humano “quiere” y “siente”, antes que “piensa” y “razona”. “Sentir antes de pensar es el común destino de los humanos”, confiesa Rousseau. “Pienso como siento”, llega a reconocer este autor que, además, contrapone la fuerza del sentimiento al poder de la razón. Por eso, algunos consideran que en sus escritos se inspiró el Romanticismo, movimiento que puede resumirse en la afirmación de Pascal “el corazón tiene sus razones que la razón no entiende”.
Querer es la primera y más primaria sensación de necesidad que experimenta el ser humano nada más nacer y que responde al instinto de vivir y subsistir. Según esto, “ser” es una necesidad vital; pero “querer” es el ansia natural de satisfacer lo necesario para vivir. Así lo refleja la expresión latina “primun vivere deinde philosophari” que significa, literalmente, primero vivir, después filosofar.
Por eso, cuando se habla del nacionalismo o individualismo de los pueblos, son correctas las expresiones “sentimiento patriótico” o, más exactamente, “sentimiento nacionalista”, pues en ambos casos se trata de apoyar los sentimientos o estados de ánimo afectivos, en sensaciones profundas que actúan de estímulo o recurso sicológico que los producen y sustentan. Así se explica que los sentimientos duren más que las emociones, aunque éstas sean más intensas.
Si el nacionalismo se nutre del “sentimiento de lo propio”, como fuerza motriz, y acentúa lo peculiar de cada pueblo, como privativo y exclusivo suyo, se corre el riesgo de caer en la “xenofobia” o aversión a lo ajeno, o en el “narcisismo” o enamoramiento patológico de uno mismo, ignorando que nadie puede ser juez y parte al mismo tiempo.
Defender lo propio es asegurar la diferencia; pero no para imponerla a los demás sino para preservar la identidad de “ser uno mismo”, como aportación al conjunto de la humanidad. Querer ser “lo que cada uno es” afirma la individualidad del ser humano que se niega a ser “rebaño” o “pieza de desecho” en el seno de la sociedad.
Negar que en ese proceso de autoestima juega un papel principal el sentimiento de lo propio sobre cualquier otro cálculo utilitario o mercantilista, es aplicar a un fenómeno sicológico y emocional, una medicina inadecuada y, además, estéril, pues en esos casos, como vulgarmente se dice, se vota más con el corazón que con la razón, e incluso podríamos añadir, también más que por interés, pues en los procesos secesionistas se ha demostrado que de nada sirven los argumentos relativos a los balances de resultados o augurios de perjuicios económicos y sí, en cambio, sirven cuando se tratan de procesos de unión o integración.

Emoción y razón

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