Dudosas casualidades

Los actos y acontecimientos humanos no suelen producirse aleatoriamente, ni por azar o “casualidad”.
Desconfiar de la casualidad es reconocer que en todo acto o conducta humana existe siempre, aunque sea de forma encubierta, una cierta motivación, es decir, un propósito o deseo de conseguir un fin u objetivo determinado.
Se dice de algo que es “casual” cuando se refiere a un caso dado, aislado, puntual y concreto que se presenta desconectado, real o aparentemente, de cualquier antecedente que lo haga previsible.
Se suele referir la casualidad a algo único, sorprendente e inesperado, y, por lo tanto, ajeno a lo normal o habitual.
La casualidad se basa, pues, en lo que es ocasional, que no se corresponde con un proceso de desarrollo normal de las cosas. Según esto, lo casual se opone a lo causal o sujeto a reglas fijas determinadas y de desarrollo y cumplimiento regular y obligatorio.
Precisamente, la ciencia se define como el conocimiento de las cosas por sus causas, y conocidas éstas, es cuando se pueden estudiar sus efectos, pues la causalidad se rige el principio de que no hay efecto sin causa.
Como es sabido, en el mundo de las ciencias físicas y naturales rige el principio de la causalidad; en cambio, en el mundo de las normas morales, éticas y jurídicas, el de la finalidad. En este sentido, las leyes son de necesario y obligado cumplimiento; las normas jurídicas y morales pueden ser infringidas, incumplidas o quebrantadas.
Hechas las anteriores consideraciones, no puede extrañarnos que en el terreno político se dude de determinadas casualidades, cuando se refieren a hechos repetidos que se producen coincidiendo con citas electorales u otros acontecimientos políticos y de los partidos, que dan lugar a que aparezcan simultáneamente, noticias o revelaciones, tanto mediáticas como judiciales, sobre hechos o actuaciones que  permanecían dormidas, ocultas o en reserva.
Por eso, en el lenguaje popular se suele decir, ante esa clase de sospechas, que difícilmente esas revelaciones o noticias coincidiendo en el tiempo y en determinadas circunstancias puedan tener como única causa, la casualidad.
En esta materia es aconsejable y prudente seguir la afirmación de Winston Churchill cuando decía que “en política nada es casual y cuando parece casualidad es que ha sido muy bien preparado”.

Dudosas casualidades

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