CLAMÉ AL CIELO Y NO ME OYÓ

Esos versos del Don Juan Tenorio de José Zorrilla tienen un especial eco y significación en la actualidad por la corriente de fanatismo religioso que se ha desatado y amenaza gravemente a la humanidad. Es desolador que se invoque el nombre de Dios para cometer actos de especial crueldad entre los seres humanos.
La fe no debe imponerse ni defenderse “a sangre y fuego”. Matar es la “última ratio” del ser humano y solo se justifica en casos de legítima defensa, individual o colectiva. Si San Pablo dijo que “la palabra es el arma del cristiano” y Cervantes que “la pluma es la lengua del alma”, ambos medios de expresión deben ser vehículos de concordia y no de enfrentamiento entre los hombres.
Ni siquiera aplicando los versos de Zorrilla, pueden los seres humanos ampararse en el pretexto de no ser escuchados por Dios para, como dice El Tenorio, echarle después las culpas por sus desvaríos y atropellos. Tampoco “clamar al cielo y no ser oído” puede servir para implantar el odio y el terror entre las personas. Resulta sorprendente que la historia nos ofrezca mayor número de ejemplos violentos entre los seguidores de las tres religiones monoteístas que los que se producían en la antigüedad  entre las poblaciones paganas y politeístas.
Más aún, el enfrentamiento religioso se da, incluso, entre los fieles pertenecientes a una misma religión, como ocurrió entre católicos y protestantes durante los primeros siglos de la Edad Moderna hasta la Paz de Westfalia que puso fin a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y, con ella, a la contrarreforma y el Calvinismo que pasó a ser reconocido y tolerado.
Actualmente, siguen enfrentados los chiitas y los sunitas, discutiendo a quién debe corresponder la sucesión en el liderazgo espiritual y político de Mahoma. Para los chiitas, el líder espiritual debía ser un descendiente directo del Profeta Mahoma, mientras que para los sunitas, que son la inmensa mayoría, puede serlo un hombre estudioso, justo y bueno que no necesariamente tenga que provenir del linaje mahometano. En el mundo actual, Samuel Huntington ha bautizado con el nombre de “choque de civilizaciones”, el enfrentamiento religioso entre el “fundamentalismo islámico” y el “fundamentalismo cristiano”. Este enfrentamiento se ha visto agravado por el islamismo radical y terrorista. Frente a este islamismo integrista que defiende la Guerra Santa y que llama mártires y héroes a todos los que mueren matando infieles, el Occidente debe luchar en defensa propia, a sabiendas de que en el Concilio Vaticano Segundo, se condenó explícitamente, la crueldad de la guerra.

CLAMÉ AL CIELO Y NO ME OYÓ

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