Un ciervo en la ronda de Outeiro

Pagaría de buena gana por ver la cara que se le quedó al tipo (o tipa) que, durante la madrugada del lunes, vio pasar tranquilamente por la ronda de Outeiro un ciervo, con su cornamenta y sus cuatro patas. Seguramente, se frotaría los ojos y miraría el calendario, sospechando que el alcohol trasegado durante la noche del sábado todavía surtía su efecto. Porque lo normal es que los naturalistas apostados en esa zona de A Coruña puedan avistar cuatro gatos, varios perros y, si se tercia, incluso distinguir algún camello, pero nadie había hablado nunca de un ciervo. Todo el mundo sabe que los parientes de Bambi no figuran entre los habituales de la fauna urbana.
El caso es que imagino al paisano llegando a casa y explicando a su familia la estampa, tratando de convencerles de que no, que esa noche no había tomado ni medio chupito, y todos mirándole con cara de que si ha visto un ciervo en la ronda de Outeiro es que ya se le ha ido la pinza del todo. Afortunadamente, en el siglo XXI, contamos con avanzadas cámaras de fotos y hasta de vídeo en el bolsillo, que permiten demostrar al mismísimo santo Tomás que lo que contamos es tan cierto como que el Dépor le encajó tres roscos al Valencia, algo que tampoco le querían creer apenas unas horas antes.  
El animalito, un gamo, a decir de los más entendidos, aunque de noche hasta los ciervos son pardos, fue visto cruzando Alfonso Molina y llegó hasta el parque de Eirís, en la zona de la Cúpula. Hasta allí se desplazaron agentes de la Policía Local, que tampoco las debían de tener todas consigo cuando empezaron a recibir llamadas de gente que había presenciado la estampa –también hubiera sido divertido ver la cara del que cogió el teléfono– y se lo llevaron de vuelta al monte.
Nada que ver con aquella ternera que se escapó hace unos años del matadero de A Grela y que fue reducida y tiroteada en la Sagrada después de cornear a un par de policías. Como El Vaquilla, pero en versión animal. El gamo era un sintecho, pero no un prófugo, así que tuvo mejor suerte. Ahora lo imagino triscando por el monte de Feáns, contándole la aventura a sus colegas: “¿Coruña? Bah, ya no es lo que era. Ni siquiera para poner los cuernos. Y se han cargado el Parrote. Os digo la verdad, para pastar, nada como el parque de Eirís”.

Un ciervo en la ronda de Outeiro

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