LA CARRERA DE HILLARY RODHAM

“I’m running for president”. Con estas palabras anunciaba Hillary Rodham –a través de las redes sociales, como corresponde a estos tiempos– su intención de presentarse a la carrera para ser presidenta. Si los demócratas no le hacen la cama en las primarias, podría ser la primera mujer que optase a sentarse en el sillón presidencial más importante del mundo. No es nueva en la plaza, conoce bien los recovecos de la Casa Blanca de sus tiempos como primera dama, aunque ahora se ha propuesto volver de titular. Lo intentó ya hace siete años, pero le ganó la partida Barack Obama, cuando sus compañeros de partido creyeron que tendría más opciones de ganar un hombre, aunque fuese negro, que una mujer. Enfrente tendrá a un republicano que, según todas las quinielas, puede ser el senador Marco Rubio o el exgobernador de Florida Jeb Bush. Los periodistas ya nos frotamos las manos con la posibilidad de ver un duelo Clinton-Bush, en una especie de reedición de Dallas pero con el sillón presidencial como objetivo en lugar de la Ewing Oil.
Nacida en Chicago hace 67 años, estudió en colegios públicos y logró entrar en Yale. Fue la primera mujer en dar un discurso de graduación en su instituto y en ser socia de su bufete.
Luego, su carrera se diluyó tras la de su marido, primero como gobernador de Arkansas y luego como presidente. “Supongo que me podría haber quedado en casa y hornear galletas y tomar tés, pero lo que decidí hacer fue cumplir con mi profesión, en la que entré antes de que mi marido estuviera en la vida pública”, declaró en una entrevista.
Ahora es su turno. Ha demostrado de sobra que su talla política va más allá de su 1,69 y que es algo más que la señora de Clinton, nombre de su familia política –nunca mejor dicho– que siempre se ha resistido a utilizar. De momento, asoma el machismo sutil: destacan de ella –algo poco habitual en un candidato– sus años y que es abuela, junto con su “gran ambición” y su carácter frío, cualidades en un hombre y defectos en una mujer.
Si Hillary Rodham llegase a presidenta habrá que crear una figura decorativa para el consorte, tipo “Primer marido”. Su desembarco en el despacho oval sería un pequeño paso para una mujer, pero un gran salto para todas las mujeres. Entonces tendrá sentido el “yes, we can”.

LA CARRERA DE HILLARY RODHAM

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