Salario Mínimo Alemán

Imposible no asumir cierta sorpresa al enterarnos de que un país como Alemania, vértice político y económico por lo que se ve no solo de lo que somos en buena parte de la Unión Europea, sino también de lo que nos dejan ser en determinados aledaños, carecía de un salario mínimo interprofesional. Alemania, donde el mantenimiento del empleo ha estado sujeto en buena parte a grandes dosis de movilidad, adaptación, rebajas salariales importantes como en el caso de la gran industria automovilista o, simplemente, a contratos por horas o servicios, carecía de lo mínimo, de una base que estableciese referentes económicos esenciales para determinar el salario profesional. Mayor sorpresa que, hasta ahora, o mejor dicho hasta dentro de dos años, que es el tiempo que tardará en entrar en vigor el acuerdo alcanzado por socialdemócratas y conservadores, lo es incluso que esto de la sal dependa del pacto entre sindicatos y empresarios y que los convenios sectoriales brillen por su ausencia.
Inaudito si semejante realidad se pretendiese trasladar a un país como este, en que la movilidad laboral –por poner un solo ejemplo–, incluso la mínima, supone la seguridad de un conflicto laboral. Alemania aplica un salario por hora inferior en cualquier caso a otros países próximos, como es el caso de Inglaterra o Francia. Un salario que parece un tanto de contención llamado a enturbiar lo menos posible cualquier objetivo económico pero que, aun así, se sitúa en el doble de lo que un empleado español tiene garantizado que percibirá por cada hora de trabajo.
En la práctica, esta Europa, pese a estar unida, es lo que siempre ha sido. Países con una capacidad económica muy por encima de la de otros bajo aquel eufemismo de la Europa de las “dos velocidades”. Solo que una a nivel supersónico y otra, como se aprecia en casos como el portugués, el griego o el español, todavía trasegando a vapor, entiéndase, en términos metafóricos.
Aunque también es cierto que aquello otro de la cohesión interterritorial que se suponía punto de partida y destino de la iniciativa comunitaria hacia todo país miembro, suena hoy más a pirrio que a prosa, teniendo en cuanto que, por lo general, esta última permite detallar de forma más detenida y extensa lo que acontece, aunque la jerga sea la política y la económica y no precisamente la social.
Algo, lo último, en lo que se insiste que es sobre lo que se trabaja pero en lo que no se persiste, al menos una vez concluido el habitual discurso. De lo contrario, no se entiende el conocido empeño en cargar sobre los trabajadores, que es tanto o más que sobre los empresarios,  el grueso de los ajustes, bien sea limitando las ayudas a la creación de empleo, bien sea pidiendo contención salarial y, paralelamente, incremento impositivo. Menos mal que, por una vez, aquí se dijo también basta –puede que no todo lo alto y claro que se quisiese–  y algo así como que hasta aquí hemos llegado.

Salario Mínimo Alemán

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