MUROS QUE CAEN, AQUELLOS QUE SE MANTIENEN Y OTROS QUE SE LEVANTAN

Poco le ha faltado a la decisión del presidente de EEUU, Barak Obama, para hacer coincidir el anuncio de la plena reapertura de relaciones diplomáticas con Cuba, tras medio siglo se sanciones políticas de todo signo y de restricciones económicas, con el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín. Una decisión que, si siempre, sobre todo en los últimos años, se antojaba del todo anacrónica una vez superada la tensión que abrió la crisis de los misiles en pleno mandato del malogrado John F. Kennedy, era obligada tras las muestras de apertura del régimen castrista. Como imagen icónica queda en el recuerdo la todavía reciente autorización para el cambio del dólar; eso sí, con un máximo permitido. Los muros, por lo que se ve, aunque solo sean ideológicos, están llamados a caer. Más difícil es que lo hagan los físicos, ya que el levantamiento de las sanciones económicas, que ha situado en más de una ocasión a la isla al borde de un quebranto irrecuperable, se entiende como un paso necesario, una vez reconocido por el propio Obama que el embargo de poco o nada ha servido para derrocar a un régimen cuyo modelo se sostiene más en la imposición que en el pensamiento racional. Mientras unos caen, al menos desde la óptica del raciocinio, otros muros, físicos también pero sobre todo inmorales, se mantienen en Oriente. Israel aplica contra los territorios palestinos la política de aislamiento, la misma que convirtió en heredad de la estulticia histórica las tapias del gueto judío de Varsovia, por citar solo el más conocido ejemplo. Sin piedras ni ladrillos, otros se levantan en una zona tan sensible, y tan proclive a las divergencias tribales y religiosas como las que alimentan una de las guerras más brutales e irracionales que se hayan conocido. No son necesarios elementos físicos para alentar la separación. Las barreras más crueles son las de la intolerancia, pero da la casualidad de que es precisamente esta en la que se substratan todas las demás, como sucede con el Estado Islámico. Posiblemente, Cuba  acabe siendo, en un no muy largo espacio de tiempo, lo que siempre quiso ser, al menos para la inmensa mayoría de su última generación. Pero más que un país libre querrá ser ante todo una nación a la que le dejen ser libre, esquiva al usufructo indecoroso de caudillos trasnochados como los que habitaban buena parte de Sudamérica en décadas pretéritas, pero abierta a oportunidades tanto económicas como intelectuales. Son estas últimas, hay que recordarlo, las que derriban esos muros. La ignorancia los levanta.

MUROS QUE CAEN, AQUELLOS QUE SE MANTIENEN Y OTROS QUE SE LEVANTAN

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