IGNORAR LA INDIFERENCIA

El juego político goza en este país de una regla básica: deshacer todo lo hecho. Se manifiesta con demasiado oportunismo bajo el falaz argumento de que un nuevo gobierno, sea el que sea, parece siempre obligado a no dar continuidad al anterior, siempre y cuando este no recaiga en las mismas siglas. La realidad es, en este sentido, fácilmente constatable en ciudades como Ferrol, que han pagado el exceso que se deriva de los protagonismos en contraposición al interés común. En los platillos de la balanza cuenta así en exclusiva el hecho de que denostar toda decisión política que ataña a la colectividad, escamotearla si se tercia, o paralizarla –lo más frecuente–. Cualquier ferrolano no puede negar esta evidencia, sobre todo teniendo en cuenta la escasez de proyectos que, por el momento, se vislumbran entre los partidos que hoy son oposición y que aspiran a ostentar el poder los próximos cuatro años. La descalificación, como es público y notorio, rinde más que el pragmatismo, ya que este supone reconocer algún mérito al menos en lo que han hecho los predecesores de turno.

Las consecuencias son bien conocidas. Pocas ciudades como Ferrol se hallan ante tan descomunal tarea como la de recuperar su espacio vital en la Galicia de hoy en día. Amamos la ciudad pero, al mismo tiempo, los hechos solo invitan, de alguna manera, a despreciarla, en especial por ese retraso que acumula en tantos aspectos y no solo en el urbanístico. Cierto que se puede tener un envoltorio, pero es necesario que el contenido –lo hecho– se ajuste a la calidad, el diseño y el grosor del papel que lo cubre.  Es aquí donde las diferencias basadas exclusivamente en la paralización de iniciativas que, de haber sabido los partidos asumir como esenciales para el futuro, son y han sido siempre tan desmesuradamente deterministas y excluyentes que nadie concibe en esta ciudad un proyecto que se pueda ejecutar a corto plazo. Y eso si llega a ser una realidad.  Cierto también que el juego político conocido lleva a toda formación a pensar en periodos de cuatro años visto desde la óptica de los últimos meses de mandato, pero también que nadie ha obviado nunca esta máxima, al menos en lo que a la ciudad naval se refiere. Tratar de explicar por qué estamos como estamos es tanto como preguntarnos por qué somos como somos. La indiferencia, como la desidia, suele ser un mal que, siempre practicado de forma individual, repercute en detrimento de todos. Ignorarla y no permanecer ausentes a los hechos es nuestro principal reto.

IGNORAR LA INDIFERENCIA

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