DIGNIDAD, LO ÚNICO QUE LE QUEDA A FERROL

Malos tiempos ya sabemos que son los que atravesamos. Lo difícil es asumir que sea la inmensa mayoría la más consciente de esta situación y que la que tiene en su mano la capacidad para decidir el futuro, para desarrollar y aplicar soluciones que la eviten, solo encuentre en la crítica y el rechazo social el principal argumento para justificar lo inadmisible. Ferrol tiene dignidad. Vaya eso por delante. No podría ser de otro modo si tenemos en cuenta que es la ciudad gallega que lidera, muy a su pesar, la tasa de desempleo entre las principales urbes y que habría que buscar con lupa, entre las más de 300 localidades de esta Comunidad, alguna que se le aproxime. Volvemos de nuevo a rozar el 32 por ciento de desempleo solo en el término municipal de la capital comarcal.
Tal estado no es, evidentemente, consecuencia de las políticas de empleo de la administración local, sino la suma de decisiones –o la falta de ellas– que impiden que entremos en la senda del descenso de esta tasa de forma equivalente a la que asume el resto del país por parte de quien tiene en sus manos la capacidad para corregirla. La situación tan precaria que asumen en su conjunto las comarcas de Ferrol, Eume y Ortegal en materia de creación de empleo viene determinada por la total carencia de contratos en los astilleros públicos. Si se tiene en cuenta que durante el pasado año se destruyeron, solo en la ciudad de Ferrol 5.900 puestos de trabajo, y que el balance de la subactividad en Navantia se resume en la pérdida de al menos 4.000 empleos en las subcontratas, se ve, sin la más mínima necesidad de reflexión, hasta qué punto dependemos del sector. Y eso teniendo en cuenta que muchos de los nuevos desempleados no son precisamente residentes en la urbe naval, sino en el conjunto de una amplia comarca que tiene cerca de 200.000 habitantes. Es decir, que el desempleo en Ferrol refleja claramente que el comercio, la hostelería o los servicios se ven afectados, como es notorio con solo pasear por sus calles, al menos en porcentajes idénticos a los que se derivan de la situación del sector naval.
Lo sorprendente, y lo que en la práctica esta ciudad y, por extensión, toda la comarca está más que habituada a contemplar desde hace décadas es la absoluta negación de la realidad por todo aquel que atraviesa la hipotética frontera que nos separa del resto del país. No digamos ya si hablamos de Madrid. Son las conclusiones del Gobierno central las que precisamente ahogan y mitigan las escasas posibilidades que, por ejemplo, la institución municipal tiene para generar empleo. De poco o nada sirve que el 70 por ciento de quienes participaron en programas ocupacionales hayan encontrado trabajo en los seis meses siguientes a concluir los cursos si estamos aislados tanto económica como ideológicamente, por lo que se ve, de la percepción de quienes están obligados, cuando menos, a tenerla.

DIGNIDAD, LO ÚNICO QUE LE QUEDA A FERROL

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