EL COLOR DEL SECTOR NAVAL

Bien es cierto el viejo dicho de que todo depende del color con el que se mire. Si no, ahí están por ejemplo las declaraciones, reflejadas ayer mismo en este periódico, de la diputada del PP Tristana Moraleja en el sentido de que el panorama de los astilleros públicos gallegos no está tan negro “como nos lo encontramos”. En la memoria de cualquier vecino de esta comarca, hay frases sobradas para recordar sobre la cuestión a lo largo de los últimos años. Sin ir más lejos aquella otra del ministro Montoro en la que decía, hace un año, que Navantia tenía trabajo. Al menos al ministro de Hacienda le cabe la disculpa de que asumió el error, lo que no deja de ser medianamente extraño en un político de este país.  Lo de la diputada Moraleja, a raíz de la proposición del BNG que ayer fue rechazada por el Congreso con los votos en contra de su partido, invita a la reflexión porque es difícil que un compañero de su formación en esta comarca asuma que, ratificado el contrato con Pemex, tal realidad exista, dado que invita a pensar que la peor crisis del sector por la que hemos atravesado se ha visto solucionada, sino en su totalidad sí al menos en parte. Algo de contención es lo que se espera, aunque pocas veces se encuentra, de los representantes políticos, sobre todo cuando lo que se busca es transmitir la errónea idea de que, durante el gobierno anterior, nada se consiguió en materia de contratación para las factorías navales.
Por lo pronto, el mayor contrato de exportación suscrito hasta el momento por Navantia para una Armada extranjera, la australiana, cuya finalización es la que, a falta de una acción comercial que verdaderamente diese resultados más allá de lo que ya está en marcha, y sin quitar el mérito –que lo tiene– a los esfuerzos del Ejecutivo autonómico, sigue sin aportar  un volumen de ocupación suficiente como para echar las campanas al vuelo.
No todo es –o debería ser– dogma en una formación política, y menos cuando rige los destinos de un país con una mayoría respaldada por las urnas. Y es que es cierto que, al margen del acuerdo con Australia, en los últimos años del Gobierno socialista no se cerró ningún contrato en Navantia, como también lo es que en los dos primeros del actual Ejecutivo tampoco tal cosa sucediese. Para el vulgo, lo importante son los hechos, porque de las palabras vamos sobrados y mucho más de la ausencia de conocimiento de una realidad que se evidencia viendo la enorme repercusión que en materia laboral tiene en la zona. Lo que se comparte, o debería compartir todo el mundo, es que Navantia está todavía lejos, como se comprueba a diario, de la mediática realidad que se empeñan en trasladarnos. Cierto que no había nada, pero tanto lo es que la situación, a la espera de que se resuelven contratos que verdaderamente supongan gran ocupación, no es ni mucho menos esa en la que se arropa la parlamentaria Tristana Moraleja.

EL COLOR DEL SECTOR NAVAL

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