AUTOCRÍTICA POLÍTICA

Los resultados del Partido Popular en las elecciones a la Junta de Andalucía han precipitado en el partido en el Gobierno del país una reflexión a la que hasta ahora se había sustraído. No es ni mucho menos habitual en las grandes formaciones el ejercicio de la autocrítica, pero con la primera etapa del año a punto de expirar, políticamente hablando, en las elecciones municipales de mayo, la evaluación es más necesaria que nunca. Lo intentó hacer el PSOE en su momento; un proceso que no se ha visto, en absoluto, concluido. Y ni tan siquiera las emergentes opciones a rebatir el modelo bipartidista son proclives a la autocrítica, en especial teniendo en cuenta la aparición de fuerzas con las que, inicialmente, no se contaba, como es el caso de Ciudadanos. El ejemplo más palpable sea tal vez el de Rosa Díez en UPyD. Da la sensación de que la autocrítica, un ejercicio que se espera acometa cualquier fuerza aun en estado de gracia, solo se ejerce desde la óptica del fracaso. Éste es un parámetro que habla muy poco de la capacidad de la política para autocuestionarse y que, en definitiva, excluye al votante hasta los instantes previos a los procesos electorales.
Con ventaja en materia de reflexión parte una sociedad más que hastiada, repleta de excesos por parte de un estamento, el Ejecutivo, que por hábito se mantiene ausente de la realidad y las necesidades de la sociedad. Aun siendo plenamente conscientes de esta situación, la lentitud con la que, a nivel orgánico y de reestructuración de las acciones políticas que cada opción defiende, se han producido algunos cambios indica que éstos están, todavía, lejos de concluir. El natural desgaste del poder, que invitaría a pensar en nuevas perspectivas, no se ve acompañado en todo lo esperado y deseado por la modificación de criterios, actitudes y aptitudes que, queramos o no, tampoco escapan al diario devenir de las formaciones, digamos, minoritarias. Así, un PSOE que ya se había visto incapaz de asumir la renovación que auspiciaba Zapatero, solo mantuvo un segundo mandato más justificado en la, todavía, boyante economía que en su propia gestión, aunque sobradamente ayudado por un PP que no se podía atribuir la capacidad de ser una opción viable. Lo cierto es que, en materia de renovación, parte con mayor ventaja el primero que el segundo, visto lo visto en los recientes comicios. Los cambios, sin embargo, no deberían excluir a alternativas a las que ya se pone en cuestión a la hora de visualizar su organización interna y sus efectos entre los votantes.

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