UNA 95

Estamos acostumbrados a que ciertos puestos de trabajo requieran de unas cualidades físicas determinadas. Sabemos que para ser policía se exige una talla mínima y que difícilmente se puede hacer carrera en la moda con un metro cincuenta, pero de ahí a que sea condición para  ser azafata de evento contar con una talla 95 de sujetador hay un trecho. El revuelo que ha provocado el anuncio de una agencia solicitando azafatas morenas, de metro setenta de altura y una talla 95 de pecho ha sido tal que la empresa decidió retirar la oferta. En las redes sociales les han llamado de todo, empezando por sexistas. El Instituto de la Mujer manifestó su malestar, ya que esto podía, incluso, provocar un desmedido aumento de las cirugías de pecho.
Resulta llamativo el impacto que provoca explicitar los requisitos en la oferta de trabajo, de otra manera no se entiende que no pase nada cuando vemos a las azafatas en las carreras de Fórmula Uno sujetando la copa y el botellón de champán. Tampoco nos escandalizamos cuando vemos a los corredores de moto acompañados por una chica que aguanta una sombrilla. Estamos más que acostumbrados a ver a chicas jóvenes y estupendas cumpliendo con ese legendario cometido de acompañar a las estrellas, entregar ramos de flores, sujetar copones y trofeos. Nadie se pregunta cómo han sido seleccionadas ni cuáles han sido los requisitos para obtener ese trabajo. Probablemente ni siquiera haga falta. Tenemos ya tan interiorizados las condicionantes físicas que lo más seguro es que a una chica bajita y regordecha ni se le pase por la cabeza presentarse. La televisión y las revistas non inundan con la imagen de esa mujer objeto, incluso para vender un friegasuelos y no pasa nada. Lo han dicho desde el Instituto de la Mujer: se entiende que se pida una “presencia agradable”, pero la talla del busto no debería ser un criterio de selección. Es decir, los eufemismos y las insinuaciones son aceptables, pero ser tan concretos ofende.
El hombre también ha entrado en el peligroso juego de la utilización del cuerpo. Furor hace la campaña de una firma de moda que en sus tiendas utiliza a jovencitos, torso desnudo y mostrando tableta de chocolate, para atraer a su clientela. Tal vez nos estamos limitando a la forma y no al fondo. Lo preocupante no es que haya jóvenes que utilicen su imagen y su cuerpo para ganarse la vida, que es tan legítimo como utilizar la fuerza o la inteligencia. Lo que debe preocuparnos es que haya sectores donde la presencia de la mujer sólo se acepta para sostener la sombrilla, a excepción de la desaparecida  María de  Villota.
(*) Carla Reyes Uschinsky es presidenta de
 Executivas de Galicia

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