Puigdemont lo tiene claro

CARLES Puigdemont es más de la nova cançó –salvo del traidor Joan Manuel Serrat, de cuya discografía ya se ha deshecho– que de la rumba catalana. Sin embargo, desde pequeño ha convivido con ese tipo de música –¡ay! el poder de los charnegos!–, parte de cuyas raíces entroncan con el flamenco, que aunque coincidan en el nombre no es lo mismo que el idioma que el expresidente de la Generalitat escucha hablar todos los días desde hace una temporada. Y le debe de gustar la sonoridad de esa lengua, puesto que ya ha iniciado los trámite para empadronarse en Sint-Pauwels, un pueblo a medio camino entre Amberes y Gante. Allí pretende montar su corte, porque jamado está, pero tonto no es. De hecho, ayer lo demostró con sus confesiones durante una entrevista: “Entre presidiario y presidente, prefiero ser presidente”. ¿Y quién no?, habría que preguntarle. Hasta Oriol Junqueras, el presunto hermano de Miguel Durán el de la ONCE, renunciaría a acabar su magna obra literaria, “Cartas desde mi celda”, para poder asistir a los plenos.

Puigdemont lo tiene claro

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