Los obsesión automovilística


LOS miembros de la Marea, nasía pa’ganá, deberían darse una vuelta por la consulta del psicólogo de Fernando Alonso –por cierto, a ver qué pasa con el asturiano ahora que Apple quiere comprar McLaren, porque igual le dan un ordenador para que juegue y fichan a un piloto–, pues su habilidad para hacerlo mal con todo lo que tenga que ver con los coches no es normal. Unidos en comandita, decidieron cargarse el museo de la Automoción –aún está por ver en qué acaba todo–, pese a ser el proyecto que reportaría a la ciudad unos beneficios incalculables. A Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, más individualista que sus concejales, no le gusta mucho el comportamiento gregario y para demostrar quién es el jefe del grupo utilizó una, dos, tres y hasta cuatro veces como coche oficial el de una funcionaria, pero, como el que manda, manda, se niega a dar explicaciones. ¡Qué triste! y ¡qué bien lo describió Rosa Gallego, la María Pita de hierro!: “Ferreiro se proclama xente do común, pero usa un vehículo como si fuese oficial, le llevan el paraguas, le quitan y le pongan la chaqueta...”. ¡Ay cómo me son estos peperos!, le sacan punta a todo.

Los obsesión automovilística

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