La suerte de tener AVE

MARIANO Rajoy, el non grato en Pontevedra y muy grato en Guadamur, es hombre de paso rápido –quizá para establecer un contraste con la pausa con la que le gusta tomarse las cosas– y se desboca cuando se va de vacaciones al paraíso del trilingüismo armónico, Sanxenxo-Sanchencho-Sangenjo, según se emplee el gallego, el castellano o el koruño, los tres idiomas más hablados en el lugar. Ropa y calzado deportivo, gorra y a patear por la Ruta da Pedra e da Auga. En cambio, cuando se monta en un medio de transporte público recupera su personalidad y todo va más pausado, tanto que hasta el AVE a Castellón, cuyo viaje inaugural presidía, se quedó parado durante 25 minutos. Los adelantaron hasta los cercanías e incluso lo hubiese hecho Fernando Alonso con su coche de la pasada temporada, aquel que corría menos que un troncomóvil. De todas formas, qué afortunados son en Castellón, ya disponen de alta velocidad; el día que se pare el que venga a Galicia... ese día habrá que botar foguetes porque, al fin, dispondremos de un tren guay.

La suerte de tener AVE

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