La visión pop de Miguel Piñeiro

Que sepamos esta es la tercera cita de Miguel Piñeiro ( Vilagarcía de Arousa, 1976), con la galería Moretart, una muestra que titula “ In pop we trust” (Creemos en el pop), con la que sigue en su línea de utilizar iconos de su infancia y de los mass media para revelar el poder de determinado tipo de imágenes y la omnímoda presencia, a nivel mundial, de lo que el imperio americano ha exportado; no podía faltar, pues, su símbolo más famoso: el ratón Mickey erguido como un anti-héroe de fábula junto a la bandera de los EEUU.
Vivimos, es obvio, en la sociedad de consumo y el pop – cuyo origen sólo podía ser anglosajón- nació precisamente para mostrar  esta estética de la trivialidad que nos invade desde los anuncios publicitarios, el comic, la factoría Disney y todo lo demás. Este gusto exige llamativos colores vibrantes e hiperbólicas formas que llamen la atención; el ejemplo, ya clásico, son las desmesuradas latas de cerveza “Campbell” de Jaspers Jons; que tienen su paralelismo en M. Piñeiro en el recipiente de palomitas “Pop corn” de vivos rayados rojo intenso, que hace guiños al insaciable apetito cinematográfico,–o virtual, si se quiere–, de toda una generación.
El extraño impacto de estas fantasías tan alejadas del ideal clásico que nacieron de la subcultura del espectáculo y del cartel, y sin las cuales ya es imposible concebir el mundo moderno, es retomada aquí como un sustituto de la fe, como una creencia desacralizada, en la que es posible entronizar un artilugio mecánico, como un camión de la Wolsvagen de 1962 y reproducirlo industrialmente ad infinitum en tamaño de juguete infantil: la fascinación está servida, tanto para el adulto que ama los automóviles como para el niño que inventa viajes imaginarios; el ídolo sustituye al dios, el fetichismo del objeto de esparcimiento a la estampa sagrada y del mismo modo que de ella suele haber múltiples variantes, según el intérprete, cada coche es y no es el mismo, pues lleva huellas de las piezas de lego, la matrícula Lov3, marcas gráficas de Lichtenstein y de otros artistas del pop o sobre él se ha derramado un tubo de blanco puro, de negro puro o de rojo fuerte, en clara alusión al modo nítido y simple de impacto de lo pop.
Piñeiro retoma también el género del bodegón en el cuadro Caramel, pero en lugar de los objetos de la naturaleza muerta tradicional coloca, sobre una superficie reflejante, (y en fila, a la manera de Zurbarán), una serie de “chuches” de forma y color de tomate, limón, naranja, lacasito azul y enhiesto caramelo de envase amarillo, junto a una cinta métrica enrollada que indica el número 5, componiendo con ellos una brillante escena que se duplica en el espejo en que se asienta; de modo que –como ya es habitual en él–, nos habla de la dudosa realidad de lo que vemos y, tal vez, de la banalidad de nuestros deseos.

La visión pop de Miguel Piñeiro

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