LA ÚLTIMA OBRA DE FELIPE CRIADO

La obra de Felipe Criado siempre ha tenido un lado metafísico, aun aquella que más acierta a cantar la exultación pánica, la naturaleza y la mujer; una eterna pregunta parece moverse en sus trazos curvilíneos, en sus ondulantes anatomías, en sus trenes viajeros, en sus figuraciones astrales, en sus ritmos elípticos; de ello dejaba constancia en su discurso de ingreso en la Real Academia Gallega de Bellas artes, al afirmar que  andaba “siempre escarbando en la entraña de las cosas”.
Ahí está la vida imparablemente deslizándose, los espacios abriéndose hacia las lejanías, el enigma continuamente presente. Y así, ahora, cuando él ya está ausente, su pintura cobra un profundo significado y esto es lo que nos hacía ver Antón Castro, al explicarnos la muestra actual de la que él es comisario, que ofrece el Museo de Belas Artes  coruñés y que lleva el título de uno de sus últimos cuadros:“Cadaquén que pense o que queira…”; está construido a modo de mosaico o puzzle de 16 viñetas, y A. Castro lo ve como “ símbolo de la duda contemporánea” y ejemplo de la idea de entropía: los recuerdos, las personas, los rostros parecen , efectivamente, irse esfumando, desintegrándose , arrastradas por una sinuosa e inevitable ráfaga  que atraviesa todo el espacio, entre resplandores amarillos y rojizos ¿ es el presentimiento del cercano final?  Los cuatro últimos años de vida activa del pintor, de 2008 a 2012 están representados por las series Santander, Pompeyanas y Paraguas. En la primera aparecen los recuerdos de la infancia, sobre todo aquel fatídico 27 de diciembre de 1936 en que Santander fue bombardeado, dejando en el niño Felipe de 8 años una huella imborrable, que aflorará curiosamente 60 años después, en cientos de dibujos y en las obras “Refugio, bombas y miedo”, “Niños, mujer y muerte” y Fusilamiento de presos en el barco-cárcel Alfonso Pérez” Frente a esta visión dolorosa y dislocada de la realidad que vivió, la serie dedicada a Pompeya es de planteamiento más sereno, más cercano a lo clásico, pero que, pese a ello, no deja de aludir también al desastre que barrió una civilización refinada; la belleza del eterno femenino, que es una constante de su obra, aparece aquí en todo su esplendor y, a la vez, en toda su fragilidad. Por el contrario, en el políptico “Paraguas. Ritmo aéreo de tendencia elíptica”  la mujer aparece como una diosa de voluptuosas formas, contorsionándose en el aire,  desplazándose como para proteger todo el espacio con su simbólico paraguas, en reminiscencia del culto mediterráneo a la gran madre. Con el misterioso cuadro “Contraluz para dos figuras” nos sitúa asombrados frente a la orilla del más allá.

LA ÚLTIMA OBRA DE FELIPE CRIADO

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