SUEÑOS VOLADORES EN MONTY 4

Los rumanos Ovidiu Batista ( Birlad, 1987) y Julian Paraschiv (1988) y el francés Climent Richem( Lons-le Saunier, 1986) exponen en la galería Monty 4; los tres son licenciados en Bellas Artes y se nota su buena formación académica. Aunque sus temáticas difieren,  se percibe que les unen intereses generacionales que apuntan hacia una visión poética de la realidad, incluso a un cierto sentir telúrico-cósmico de raíz romántica. Ello se traduce, en el caso de Ovidiu, a una traslación metonímica del espacio supuestamente real al ensoñado, a la ruptura con la lógica y con las leyes de la gravedad; en cuanto a Climent, enfrenta las antitéticas fuerzas de construcción–destrucción, de génesis y muerte y se interroga –según propia confesión– “sobre los procesos de evolución de lo vivo”; y Julian Paraschiv busca la relación entre el rostro y la naturaleza, entre la forma externa y el contenido, entre lo que somos al nacer: criaturas frágiles y transparentes y lo que debemos aprender para que nuestro “vaso” vacío se llene.
Es la obra de Ovidiu Batista la que da título a la muestra: “Flying dreams in Coruña”, que puede traducirse por “Sueños voladores en Coruña” y en ella  ofrece una interpretación  novedosa de nuestra emblemática arquitectura que se arracima y se levanta del suelo como si de una nave espacial se tratase; o bien se convierte en la cabeza de seres humanos o aparece sostenida por estos, como es el caso del edificio del Ayuntamiento que se yergue sobre los hombros de un grupo de hombres; igualmente, nuestras acristaladas galerías de La Marina se aligeran de peso sobre las frágiles y largas piernas de dos jóvenes que las transportan o hacen de trampolín para las acrobacias de una niña; otras veces la arquitectura sirve de cuna, como es el caso de La Terraza de Sada, sobre cuyo tejado dormita plácidamente un bebé desnudo, pero también puede convertirse en una pesada carga, como ocurre con la Torre de Hércules que un anciano lleva sobre su espalda; flotan sobre las nubes algunas hermosas ruinas, mientras una muchacha sube por la escala del aire para alcanzarlas. Hay un simbolismo profundo en esta obra que habla de la estrecha relación que existe entre el creador y sus invenciones, siendo desde luego la ciudad su imagen más emblemática, un sueño materializado de los eternos vuelos de la mente. La levedad está también en las flotantes ramitas y delicadas hojas y semillas blancas, que C. Richem esparce por los ámbitos negros del espacio como titilantes y frágiles luces  que invaden la materia oscura; y, a su lado “Los castillos de arena” levantados por la humanidad  y sus altas torres se desmoronan, el principio y el fin se dan la mano. Pero los sueños siguen su vuelo.

SUEÑOS VOLADORES EN MONTY 4

Te puede interesar