SECUENCIAS DE REALIDAD

Llega al Kiosko Alfonso, desde el Meiac (Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo), la muestra “Secuencias de realidad”.  Se trata de un proyecto abierto, en el que participan nueve artistas, entre ellos Antonio López, Carmen Laffón, Eduardo Naranjo y Quintana Martelo. Diego de Pablos (Pamplona, 1973) se centra en el retrato, buscando que el rostro tenga una carnalidad que refleje el paso del tiempo que sea un mapa de lo vivido. 
También hace retratos Juan José Aquerreta (Pamplona, 1946), pero buscando conexiones con la pintura de los iconos y adelgazándolos de materialidad. Eduardo Gruber (Santander, 1949) gusta de establecer diálogos entre realidades alejadas, como hacían los surrealistas y así podemos ver un “Perro ladrando a Malevich”o una calle en la noche, sobre cuyo asfalto hay un sombrero caído y un florero, mientras dos perros vagabundos la atraviesan. Carmen Laffón recoge los infinitos matices del paisaje que contempla desde su estudio de Sanlúcar, en la desembocadura del Guadalquivir, pintando horizontes, orillas acuosas y sobre todo la cambiante luz. 
Un misterio profundo recorre los estremecedores paisajes rocosos de Alwin van del Linden, que predican de mutaciones, de erosión, pero también de la alquimia de la luz y hasta de ansias de romper con la ley de la gravedad, como en “Adiós”, donde un fragmento de roca echa a volar. ¿Qué decir de Antonio López? Lo suyo es la poesía de lo cotidiano, como refleja en “La cena”, un cuadro que le llevó 9 años realizar (1971-1980), tras muchos bocetos, y donde objetos y personajes ofician el sencillo rito diario con solemnidad casi litúrgica. 
Naranjo pinta lo que ve, no sólo con morosa delectación y virtuosismo de dibujo, sino que deja abiertas las puertas del inconsciente, de los rincones secretos, donde anidan sombras, como en “Carlos en el estudio” o deja entrar realidades paralelas o sucesos oníricos, como en “El sueño  de las  musas”, o en “Ruina”.  
En cuanto a Manuel Quintana Martelo (Santiago de Compostela, 1946) convierte los  desechos apilados en contenedores urbanos en pintura de una gran belleza, a la vez que testimonia del poco valor de las cosas del mundo. Alfonso Galván nos adentra en maravillosos parajes selváticos, como en el “Políptico del perro”, donde se respiran ancestrales enigmas y hay presencias de criaturas extrañas; es una naturaleza inventada en el recuerdo, transformada en memoria de algún perdido Edén. Los nueve artistas demuestran que pintar lo real no es copiar, sino indagar en lo invisible oculto tras la apariencia..

SECUENCIAS DE REALIDAD

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