La multiplicidad fragmentada

Luis Rosado ( áceres, 1956) es un asistente habitual a los cursos de grabado de la Fundación Ciec de Betanzos, desde que su entrada en la Asociación “Ácido gráfico” Grabadores de Cáceres, fundada en 1997, despertase en él la pasión por el arte gráfico, pasión que se vio culminada en 2013 con la concesión del primer premio en la 8ª convocatoria del Premio Internacional de Arte Gráfico Jesús Núñez.
Su obra bebe en las fuentes del constructivismo y del op art y como tal se basa en la repetición de un grafismo o de una forma, creando tramas espaciales que se van entretejiendo y solapando, hasta construir un tejido de gran complejidad.
El proceso, de alguna manera, imita las estructuras de la naturaleza, que también parte de formas simples, cuya relación deviene en los cuerpos que conocemos. Así, la obra de Rosado va desde las redes y entramados hasta la sugerencia de formas orgánicas, que recuerdan hojas o flores, y de combinaciones ópticas que ofrecen la sugerencia de caleidoscopios.
El proceso es abierto y no tiene fin, se puede continuar ad infinitum; de ahí el título de “La multiplicidad fragmentada”, pues efectivamente la idea de totalidad, de obra completa y acabada, jamás puede estar presente en los límites de un cuadro, salvo de un modo ideal en la pintura clásica. Nuestros ojos sólo perciben, realmente, fragmentos de realidad y un cuadro sólo puede recoger parcelas de esa misma realidad, sin embargo, más allá de nuestras capacidades perceptivas, el proceso continúa, la creación continúa y se multiplica sin parar.
Evidentemente, pues, la obra de Rosado no es sólo para el ojo, ni se dirige a la emoción, sino al intelecto razonador; a la idea de ordenación seriada que, si se hace con ciertas reglas, no deja de producir belleza, aunque esta belleza tenga la frialdad matemática de las configuraciones cristalográficas.
Linograbado, serigrafía, xilografía son algunas de las técnicas de que se sirve, teniendo por base fundamentalmente el rayado de diferentes grosores; la línea es, pues, la gran constructora, como lo viene siendo, desde que el mundo es mundo, en petroglifos, dibujos y en el rayado infantil: es el gran modo de expresión , la necesidad de señalar rutas, caminos, viajes que uno muchos veces no sabe a donde van. De este viajar infinito en el tiempo y en el espacio –y sobre una base de tintas planas en rojo, naranja, negro, azul…– hablan las líneas constructoras de los grabados de L. Rosado, que se entrecruzan, se tocan, se fugan dejando en su pasar  flechas que apuntan a lo desconocido.

La multiplicidad fragmentada

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