Javier Jubera

Bajo el singular epígrafe de “Dame caballo”, expone en la Fundación CIEC el joven artista Javier Jubera (Logroño 1982) una serie de aguafuertes y aguatintas que predican de su dominio del dibujo, pero sobre todo del grácil y ligero manejo de la línea que se desliza o se enrosca para construir formas alusivas al título, en un constante y ondulatorio fluir; ella delimita espacios o los deja abiertos, de lo que resultan composiciones de una gran elegancia, en las que se respira levedad y ansia de vuelo.
Hay caballos blancos que parecen salir del pecho de un hombre, cuya cabeza llamea verticales pensamientos, ágiles y saltarines equinos que se retuercen en el aire, arrastrando consigo al propio jinete, o, más bien, trotándolo, como él, en ruptura gramatical, pide enfáticamente: “Dame caballo, que me pisa, que me trota, que me corre desbocado”. Desbocado va también el trazo, en ansia de expresar las pulsiones íntimas del alma, que hierve de incitaciones aéreas; el caballo se convierte, así, en un símbolo de liberación de las propias ataduras y de la necesidad de encontrar un cauce para las exaltaciones del ánimo que en el anonimato de los días no encuentran su gratificación; de hecho dibuja también al mismo hombre de pie, hierático contemplativo, como aguardando un mensaje de lo alto, mientras el ave de Minerva, el búho le hace señas. J. Jubera, no sólo dibuja, también escribe sobre los días estancados e irrespirables, sobre el tiempo detenido y le pide alas a sus manos para romper el hechizo y sus manos dibujan alas arropando sus hombros y el espíritu atormentado se transmuta en pájaro, en ciervo, en lechuza, en búho o en galope de caballo. Curioso que dos símbolos tan disímiles: el caballo y el ave aparezcan juntos, pues, de alguna manera, denotan la ambivalencia de la psique, dividida entre el instinto y la espiritualidad. Hay un obra muy significativa, titulada “ Jardinero fiel” que representa a un hombre, que lleva ramas en la mano, cabalgando sobre un asno en cuyo cuello luce una guirnalda; y, de nuevo, el símbolo aparece claro: cuidar la naturaleza, usarla para embellecer la mente, es tarea del artista: él es o debe ser el jardinero fiel. La vida con sus luchas y paradójicas contiendas es el tema principal que aborda J. Jubera, pero no podía faltar el contrapunto de la muerte, visible en Aquelarre, Outsider o Sábana Santa, a lo que se añade el mito de “caída” en Hangover. Y toda la profundidad de su pensar y sentir queda revelado cuando escribe: “ los días son tan largos como cortos y las noches tan oscuras como claras.”

Javier Jubera

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